Un proyecto de atención primaria en salud para los wayuu
Para nadie es un secreto las grandes necesidades que padecen los indígenas wayuu de La Guajira, sobre todo en términos de salud. La Fundación Promigas se valió de la ayuda de la Universidad del Norte, a través del Centro de Consultoría y Servicios, para realizar una intervención en esa zona con el fin de mejorar la calidad de vida de esta población.
El ‘Proyecto para la implementación y fortalecimiento del programa de Atención Primaria en Salud en la comunidad indígena wayuu Kamantainsumana y rancherías aledañas’ trabajó con ocho comunidades ubicadas en el municipio de Manaure: Poloshi, Kamantainsumana, Maliwaki, Waiwatamana Florida Cero, Catchirramana, Yaletshi y Kasisca.
“El Gobierno Nacional estableció que los modelos de atención se cimentaran en una estrategia que se denomina Atención Primaria en Salud (APS), que se resume en tres elementos básicos a trabajar: que los servicios de salud sean más preventivos que curativos, que las intervenciones en salud se hagan de manera articulada con diferentes sectores y que haya empoderamiento comunitario, es decir, que desde la misma comunidad sean conscientes de cuáles son sus necesidades y cuál es la mejor manera de solucionarlas”, explica Ana Liliana Ríos, médica especialista en Salud Familiar del departamento de Salud Pública, quien coordinó el proyecto.
Ese fue el enfoque elegido para intervenir a las 700 personas de 157 familias que componen las comunidades elegidas, y el primer paso fue hacer una caracterización de la población para conocer su estado de salud, proceso que se realizó de la mano de la Oficina de Asuntos Indígenas de Manaure.
“Luego, con base en esos datos, hicimos el diagnóstico de su riesgo e intervenciones de salud. Llevamos profesionales de la universidad (pediatras y especialistas en salud familiar) y nos articulamos con las EPS e IPS de la zona: les mostramos la condición en la que se encontraba la gente según el diagnóstico y acorde con eso les solicitamos ayuda para sus respectivos afiliados”, detalla Ríos, quien añadió que se realizaron seis jornadas de salud en donde fueron atendidos 272 niños —que recibieron antiparasitarios, suplementos vitamínicos, vacunas y medicamentos— y cerca de 22 embarazadas, a las que se educó en riesgos de salud.
El siguiente paso fue capacitar agentes sanitarios indígenas para la gestión oportuna de situaciones de salud con el fin de que el proyecto fuera sostenible en términos de empoderamiento de la comunidad.
“Había que quitarnos ese enfoque asistencialista. Muchas veces quien tiene la solución de los problemas es la misma persona. No sabe cómo hacerlo pero uno lo que hace es darles recursos para que ellos se empoderen. Si la comunidad entera se empodera y se da cuenta de que esto funciona, independientemente de que nosotros estemos o no allá, el proyecto sigue, porque ellos mismos van a buscar quien los ayude a hacerlo”, sostiene Ríos al respecto.
Para lograrlo, se remitieron a las dos figuras de autoridad en las comunidades wayuu: la autoridad tradicional (que solo habla wayuunaiki) y el líder (que usualmente es más joven, es el hijo o yerno de la autoridad tradicional y habla lengua wayuu y español).
En cada una de las ocho comunidades, con la ayuda de la Oficina de Asuntos Indígenas, los miembros del proyecto les propusieron a estas autoridades que en cada una hubiera una persona a quien todos pudieran consultar cuando se enfermaran y quien manejara unos equipos básicos de monitoreo médico, como báscula, tensiómetro y tallímetro.
“El mismo líder y la autoridad identificaban y elegían a esas personas. Los capacitamos en identificar signos de alarma para consulta temprana en niños”, cuenta la coordinadora de la iniciativa.
Este elemento es el que más resalta de todo el proyecto. “Las jornadas de salud son una actividad puntual que no garantiza que esos niños que atendimos vayan a seguir bien, pero un líder que está en la comunidad, que sabe y que va educando a los demás en wayuunaiki, es la gran ganancia del proyecto”, destaca.
Otra de las maneras que encontraron de empoderar a la comunidad fue fomentando la creación de un Comité de Atención Primaria en Salud —en donde los indígenas se reúnen cada dos meses con expertos en salud del municipio para contarles el estado de sus comunidades— y la realización de un diplomado gratuito sobre APS dirigido a líderes con docentes de la Universidad del Norte y representantes del Ministerio de Salud.
Después de su inicio en el 2014 con la fase de implementación, pasando por el fortalecimiento en el 2015, este año ha sido dedicado a la fase de monitoreo para ver qué se ha logrado pero también de empoderamiento de los líderes, para hacerlos más visibles y participativos ante los entes públicos del municipio. Además, el proyecto está concursando en la categoría Salud y Nutrición de la Bienal de Inclusión Social Colsubsidio 2016, que busca aportar soluciones reales, efectivas e innovadoras a problemas comunes en el sector rural colombiano en tiempo de posconflicto a través de buenas prácticas puestas en marcha.
Por Melissa Zuleta Bandera.
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