Semana del Derecho 2019 Posacuerdo “Hoy somos herramientas de paz al servicio de los más necesitados”, Virginia Lobo, exguerrillera de las FARC

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Diana Rico, docente de Ciencia Política y Virginia Lobo, integrante de la comunidad fariana.

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12 abr 2019

Una realidad donde la esperanza es la protagonista. Un suceso que le recuerda al mundo que la reconciliación es posible. Esa es la historia de Virginia Lobo, una exguerrillera de las FARC que, tras sus años en la guerra, hoy se considera una herramienta de paz.

Vive en la vereda de Pondores, departamento de La Guajira, ubicada en uno de los Espacios Territoriales de Capacitación y Reincorporación (ETCR) que se constituyeron después de la firma del acuerdo de paz en 2016. Junto a ella, cerca de 280 exguerrilleros conviven en la zona, con sus hijos y en la ruta para reincorporarse a la vida civil.

Virginia es una de las voces que hoy puede hablar de reconciliación en el país. Acepta que ella y sus compañeros reconocen el error de un pasado alzado en armas y saben que tienen un gran trabajo por hacer con las víctimas, que dejaron más de 50 años de conflicto. “Entendemos aún la ira de muchas víctimas, deben sentir mucho dolor y debemos pedirles perdón para iniciar un proceso de reparación”, dice.

No niega la incertidumbre que produce un nuevo gobierno que desde antes de posesionarse hablaba con recelo sobre el proceso, pero advierte que es evidente el apoyo de la comunidad internacional y de una sociedad que ya se siente más comprometida a no permitir la repetición de un conflicto.

“Sentimos preocupación porque en la historia el Estado siempre ha sido un traidor, promete, incumple y ocurren masacres sistemáticas, y otros hechos que ya el país conoce”, comenta enérgicamente.

Sobre su nueva vida en Pondores, considera que debería existir mayor cubrimiento de la prensa para mostrar cómo viven, qué ha pasado, qué necesitan y recordarle al país que en muchas zonas, históricamente ignoradas por el Estado, hoy se construye paz.

Del ‘Bloque Caribe frente 59 de las FARC’, al que Virginia perteneció, solo quedan recuerdos. Hoy solo se identifican como una comunidad ‘fariana’ que dejó las armas, pero no la lucha. “Aceptamos que después de 50 años el país no cambió en los problemas de fondo, que generaron el conflicto, por eso hoy decidimos seguir luchando por esos mismos problemas, pero sin violencia”, afirma.

Y es que Virginia ha podido conocer de cerca los conflictos que aquejan a la comunidad de Conejo, en La Guajira. Falta de empleo, educación, alimentación y oportunidades para el desarrollo de la comunidad. Junto a ella, sus compañeros hoy se encargan de socializar esas problemáticas para ayudar a levantar la voz.

Esa es la nueva labor de sus antiguos comandantes. “Todo el tiempo están ayudando a movilizar recursos, conseguir agua potable, comida, reunirse con líderes y llevar mensajes a distintos niveles del Gobierno para que vuelva su mirada a La Guajira”, agrega.

Sobre las disidencias de las FARC, considera que aunque siempre hay un principio de actuar como grupo, respeta las decisiones individuales de quien decidió no creerle al proceso, aunque eso también signifique una amenaza para su seguridad. “Somos objetivos militares de las disidencias porque nos ven como traidores”, puntualiza la exguerrillera.

Virginia es una mujer de temple, su voz firme lo constata, habla sin tapujos lo que fue la vida en las montañas de Colombia y lo que hoy representa estar fuera de ellas. Sigue atenta la realidad del país. Por ejemplo, ante las más recientes protestas de la Minga Indígena se siente profundamente molesta por la actitud del Gobierno. “Comprendo que el Presidente tiene derecho a cuidar su seguridad, a decidir si va o no, pero también tiene el deber de ofrecer soluciones así sea desde la distancia, las necesidades de los indígenas están sobre la mesa desde hace décadas y es inaudito que hoy siguen sin cumplirse”, expresa.

Pronto estará por terminar el apoyo del Gobierno que de forma transitoria debía reincorporar a la vida civil a los exguerrilleros. Ella no sabe qué pasará ese día, cuando tengan que llegar al “mundo real” para pagar un arriendo, buscar un empleo y todas esas cosas que hoy siguen siendo un desafío para muchos en el país.

Espera que, para ese entonces, Colombia haya sanado un poco más sus heridas y que todos conozcan un poco más del trabajo que han venido haciendo para reincorporarse a la vida civil. Mientras, seguirán dando lo mejor de sí para ser ejemplo de resistencia y resiliencia.

Por Omar David Alvarez

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