Narrativas de violencia sexual en el conflicto armado colombiano

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Viridiana Molinares, profesora e investigadora del programa de Derecho.

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29 abr 2016

Cecilia tiene los senos grandes como dos cuencas llenas de leche para amamantar el universo. En las noches en que está sola, que son para ella algo habitual, mientras duerme empapada en sudor y lágrimas, se le escapan gritos implorando perdón.

Cecilia despierta sin recordar sus pesadillas algunos días. En otros estas las empujan a querer poner fin a su vida. En todos llora, cuando al mirar sus senos en el espejo quiere cortarlos porque no le sirvieron para amamantar a su única hija, fruto de una violación colectiva que le impuso como castigo a su lesbianismo un grupo de paramilitares en Valledupar.

Historias como las de Cecilia hacen parte del crudo inventario de acciones sexuales violentas que ha sufrido la comunidad LGBTI en el contexto del conflicto armado en el Caribe colombiano. Homosexuales, transexuales, intersexuales, bisexuales y lesbianas de la región han visto sus cuerpos ser instrumentalizados como objeto de control y poder, por grupos armados al margen de la ley, principalmente paramilitares asentados en el Caribe entre finales de los noventa y principios de la década del 2000.

Viridiana Molinares, profesora e investigadora del programa de Derecho de la Universidad del Norte, considera que el momento coyuntural que atraviesa Colombia es el espacio propicio para visibilizar aquellas historias, con el afán de “construir un proceso de reconciliación, en donde prime el reconocimiento de la dignidad humana, valor intrínseco a cada persona, independiente del hecho de su diversidad”.

En el marco del evento ‘Memorias de Paz’, Molinares presentó la investigación ‘Narrativas de la violencia sexual en la guerra irregular en el Caribe colombiano’, que realizó junto Sandra Bernal y Carlos Orozco, de los grupos de investigación en Derecho y Ciencia Política y Sociología del Derecho de Uninorte. Esta da cuenta de los casos de violencia sexual de paramilitares contra la población LGBTI, valiéndose de la narración literaria, la que Molinares considera como “una instrumento para educar a la población sobre estos hechos” y para “construir memoria social a partir del testimonio de las víctimas”.

Molinares explica que la memoria social en Colombia apenas empieza a darse, luego de que experiencias previas como la Ley de Justicia y Paz (que provocó el desmonte de los paramilitares) “reconstruyeron ‘la verdad’ con las versiones libres de los desmovilizados, pero no les dieron la misma oportunidad a las víctimas”.

En el caso de la población LGBTI, Molinares argumenta que sus testimonios son vitales para la construcción de memoria, pues “no es lo mismo ser un desplazado heterosexual que un homosexual, porque en este último hay intersección. No es solo víctima del desplazamiento sino también en su construcción de identidad”.

La violencia sexual hacia esa población en la costa es, de acuerdo con Molinares, el reflejo de la negación de la construcción de nuevas identidades, suscitado por la presencia de grupos paramilitares en un contexto social altamente machista. Los ‘paras’ utilizaban la violencia sexual sobre cuerpos “diversos” con la intención de disciplinarlos y fueron comunes durante el apogeo delas AUC en el Caribe colombiano, las violaciones colectivas a lesbianas y transexuales, que dejaron en las víctimas unas cicatrices vitalicias.

Aunque Molinares y compañía se propusieron contar las historias para evitar que cayeran en el olvido colectivo, la académica admite que fue difícil encontrar testimonios para visibilizar y transformarlos en una narración literaria. “La violencia sexual no se denuncia. El porcentaje de mujeres violadas en la guerra que denuncian es mínimo. Y si bien el porcentaje de denuncia de violación a hombres heterosexuales en medio del conflicto es casi nulo, en la población LGBTI es casi inexistente, porque se ha dado un proceso de naturalización de la violencia”.

Cecilia, cuya historia sirvió como prólogo de este artículo, accedió a contar su historia tras 8 meses de comunicación con Molinares y con los demás investigadores. Relata que cuando tuvo fuerzas para denunciar su violación (una vez la influencia del paramilitarismo mermó en su natal Valledupar), el recurso jurídico no le dio la posibilidad para ser resarcida, al ya haber prescrito el delito. Cecilia eventualmente abandonó el país, tras varios intentos de suicidarse para escapar de una sociedad que ha castigado su lesbianismo. “He pagado un alto precio por vivir, ahora tengo derecho a ser feliz”, manifestó a los investigadores.

Sin embargo, Molinares encontró que no obstante el nivel de violencia, sí es posible la reconciliación por personas que han sido doblemente e incluso triplemente victimizadas. “Recorrimos durante casi un año todas las regiones de la costa y encontramos a una chica transgénero en un pueblo, increíblemente feliz, porque era la profesora de danza de ese pueblo. ¿Cómo es posible que después de todo lo que le han hecho, se haya reconciliado?”, expresó Molinares.

“Sí es posible. Hay que empezar por mirarnos como lo que somos: un terreno gris, profano y sagrado; pero si vemos al otro como sujeto digno, podemos aceptarlo en su diversidad”, añadió Molinares. “No hay mejor formar de admitir la diversidad que emocionarnos con ella. Qué maravilla que nos podamos asombrar porque los otros son diferentes. Pero tenemos que empezar por reparar esta sociedad jurídicamente excluyente que tiene que hablar de estas historias para empezar a construir una sociedad más inclusiva.

Por Andrés Martínez Zalamea

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