Los niños juegan a ser arqueólogos en el Mapuka

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Estudiantes del colegio María Auxiliadora de Barranquilla visitaron el Mapuka el 6 de mayo.

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13 may 2015

En el museo Mapuka de Uninorte, los niños pueden ser arqueólogos por un día. Deben estudiar piezas arqueológicas, poco a poco, con el cuidado del experto, y así van descifrando la historia que oculta la tierra, los restos de quienes habitaron el Caribe colombiano hace miles de años.

El miércoles 6 de mayo, las estudiantes del Colegio María Auxiliadora de Barranquilla visitaron el Mapuka, lo recorrieron e interactuaron con piezas de la misma forma que lo hace un arqueólogo de profesión. Una iniciativa dirigida a que los colegios tengan una visita especial, basada en el método científico que hay detrás de todo museo.

Además, en este ejercicio, los estudiantes conocen sobre el pasado del Caribe colombiano, que tiene 25 mil años historia. La intención del Mapuka es acercarlos al pasado desde sus interrogantes. No es solo una visita donde se les cuenta lo que hay, se trata de despertar el interés sobre qué historia hay detrás de todos los vestigios que ven en Mapuka. De esta manera se acercan a los materiales y se les despierta el interés por investigar más sobre el pasado del territorio donde viven.

Para el ejercicio práctico de arqueología, las estudiantes fueron ubicadas en pareja y se les entregaban pedazos de cerámica para que encontraran la historia de estos fragmentos. Luego pasaban a una etapa de experimentación en un taller de cerámica en el que definían a qué figura pertenecían las piezas.

"En la fase de preguntas tenían que encontrar de qué figura era: si de un plato o de una olla, y luego en el Museo se pudieron dar cuenta a qué cultura pertenecía, cuántos años tiene el fragmento, y por último hicieron una conclusión de todo lo que hicieron y entre todas hicieron una retroalimentación", explicó Juliana Campuzano, coordinadora educativa del Museo Mapuka.

Linda Olivella e Isabela Cortina son dos de las estudiantes que hicieron parte de la visita. Linda rescató que pudieron aprender desde cosas muy pequeñas que hacían nuestros ancestros. "Podemos sacar de ahí las características que ellos tenían. Me impresionó el hecho que de una sola pieza podemos saber qué hacía una sociedad antigua".

Para Isabela fue una experiencia totalmente nueva, porque pudo aprender muchas cosas que de verdad no sabía y que son autóctonas de nuestra región. "Me llamó la atención que para las vasijas utilizaban formas de animales que para ellos eran sagrados y muy importantes para su tribu. También que exaltaban mucho la labor de la mujer en ese tiempo, y que a través de esos objetos representaban la fertilidad femenina", dijo Isabela.

Por José Cuadrado Doria

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