La escuela como epicentro de procesos de inclusión social

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Olga Acosta, Julio Martin y José Aparicio durante el conversatorio.

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05 sep 2016

El camino hacia una educación inclusiva fue el tema del Círculo de Aprendizaje que se llevó a cabo el pasado 31 de agosto en Uninorte, organizado por la Fundación Empresarios por la Educación (ExE) —adscrita a la Red Latinoamericana por la Educación (Reduca)— con el apoyo del Instituto de Estudios en Educación.

El encuentro, el tercero de su tipo que se realiza este año en el país, tuvo como objetivo abordar el tema de la educación inclusiva desde la perspectiva de la garantía al derecho a la educación.

La jornada comenzó con una presentación sobre la Fundación ExE y su Sistema de Información de la Intervención Privada en Educación (SIIPE), y continuó con la intervención de Jorge Valencia, coordinador de Investigación del Observatorio de Educación de Uninorte, sobre el estado de la permanencia educativa en el país.

Luego fue el turno de un conversatorio sobre el mismo tema con la participación de Julio Martin, director de la Fundación Promigas, y Olga Acosta, rectora de la Institución Educativa Olga González Arraut de Cartagena, moderado por José Aparicio, decano de Educación de Uninorte.

“El concepto de inclusión para mí tiene que ver con que el Estado tiene que entender que la institución educativa es un lugar diverso y que tiene que prepararlo para acoger esa diversidad, algo que no es fácil”, sostuvo Acosta dando respuesta a la primera pregunta del panel, sobre lo que es la educación inclusiva.

Para Martin, en cambio, la educación es inclusiva en sí misma, y lo que falta es llegar a tener un sistema educativo inclusivo.

Para él, esto requiere de tres condiciones: reconocer la diversidad en la comunidad educativa (no solo en los estudiantes); que maestros, profesores, padres y estudiantes construyan —a partir del entendimiento mutuo— una comunidad mucho más fraterna y positiva que posibilite el conocimiento; y el soporte de los otros sistemas.

“Tenemos que hablar de una perspectiva transversal de inclusión para que efectivamente funcione, porque al final el niño que está en primera infancia necesita el soporte de los sistemas de salud, de alimentación, pedagógico... un conjunto que esté todo en la misma dinámica. Si se logra avanzar en ese proceso, en el tiempo vamos a poder tener una sociedad más inclusiva”, apuntó Martin, asegurando que así la escuela se puede volver el epicentro de procesos de inclusión social.

En cuanto a la permanencia de los estudiantes en las escuelas, Acosta sostuvo que uno de los mayores motivos por los que los jóvenes abandonan los estudios es porque “los niños no creen que en este país es posible salir adelante a través de la educación”.

Es por eso que las iniciativas en su colegio se orientan hacia la creación de un ambiente en donde ellos se quieran quedar y donde sean acogidos de una forma diferente,

“Tenemos el Proyecto Escuela Biblioteca donde los niños tienen acceso directo a todos los libros; un pico-lector que sale a las calles a leerle a la gente; un club de lectura que genera unos lazos por los cuales los niños no se van; lo mismo que en el grupo de danza...”, contó la rectora.

Por su parte, Martin considera que la evaluación precoz de los estudiantes para detectar sus falencias y la promoción temprana de los talentos y la vocación son claves para la permanencia.

Pero más allá de eso, piensa que el avance en un sistema educativo inclusivo se soporta en cuatro pilares. 

Primero, “unas políticas públicas educativas verdaderamente inclusivas, que respondan a la diversidad de los territorios, de las regiones, de los contextos, de las instituciones educativas y de los alumnos”.

El segundo elemento clave es la escuela como núcleo donde se desata el proceso virtuoso de construcción de la inclusión. “Hay que repensar lo que se viene haciendo en términos de la educación, no desde los intereses de la pedagogía y el maestro sino de las necesidades, las particularidades y la diversidad de los estudiantes, y sobre todo, utilizando esa diversidad como una oportunidad para el aprendizaje”, sostuvo.

En tercer lugar pone a la familia y en cuarto a la academia, pues considera que es necesario repensar el proceso de formación de los docentes en dos dimensiones: “una que tiene que ver con estándares de calidad en términos disciplinares y pedagógicos, pero fundamentalmente trabajar en la formación del maestro como un agente de cambio”.

Por Melissa Zuleta Bandera

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