Julio Medina, crónica de un librero anunciado
Julio Medina Suárez, de 49 años, camina entre los pasajes de la librería y papelería KM5 de la Universidad del Norte, mientras sus manos señalan los libros que los clientes suelen escoger de los estantes. “¡Las tendencias!”, exclama sin ningún atisbo de duda, “son las que más venden debido a la neuromercadotecnia”. Para él, KM5, lejos de ser un lugar donde la relación cliente y vendedor concluye con una transacción financiera, es un templo de la cultura y el conocimiento. Un recinto donde Julio asesora desde hace seis años a sus clientes, jóvenes en su mayoría, en la búsqueda del libro perfecto.
“Ocurre como cuando uno va al médico y este le empieza a preguntar a uno qué siente, e inmediatamente comienza a saber qué medicina recetar. Dependiendo del caso, pregunto para quién es el libro, si le gusta leer, qué edad tiene, si ha leído mucho, si es creyente, qué ideología política tiene y así poco a poco voy aterrizando al libro que le gustaría”, explica el librero sobre su técnica de asesoramiento. Los pliegues en sus mejillas revelan la felicidad que le produce la labor. Las fotografías así lo retratan.
Julio viene del campo. Nació en La Guajira y gran parte de su infancia trascurrió pacíficamente en la década de los años 70, en la vereda Perico Aguao, zona rural de la capital del Magdalena. Su padre siempre estuvo ligado a la labor del campo y su hermano mayor, Tulio, se convirtió en ingeniero agrónomo. Este, sin saberlo, fue quien sembró el gusto por la lectura en Julio desde los 8 años de edad, pues cada “paquito” o historieta de Kalimán, Arandú o Águila Solitaria que traía a su hogar terminaba en las manos de pequeño Julio, atraído en principio por las imágenes y los colores.
En los años 80, cuando su familia llegó a Fundación, Magdalena, y buscó una finca por la serranía de Buena Vista, se encontró con que grupos de la guerrilla adoctrinaban a los campesinos más jóvenes para ingresar a sus filas. Su padre no estuvo de acuerdo y tuvieron que dejarlo todo. Tuvieron que volver a la ciudad y pasar necesidades. “La lectura con hambre, sin embargo, no pasa”.
Terminó el bachillerato en el colegio El Cooperativo, en Fundación. Los dos últimos años los validó tras volver del Ejército, donde estuvo durante casi tres años. La década del 80, recuerda, “fue bastante violenta”. Mientras vistió el uniforme militar sus manos empuñaron armas en el campo y libros de esoterismo en la cama. Cuando terminó el servicio agarró el volante de los buses urbanos, intermunicipales y de camiones, como escolta de carga, llegando a muchas librerías. Rápidamente se hizo amigo de los libreros, con quienes disfrutaba analizar los textos y un día uno de ellos le ofreció trabajo. Desde entonces Julio lleva 15 años en el gremio.
“En 2013 Pamela Cruz era mi clienta y la administradora de KM5. Es una excelente lectora y le recomendaba libros para toda su familia. Una noche, casi al cierre, me dijo que quería que trabajara con ella. No conocía mucho de la universidad y un día me invitó a visitar la librería. La vi pequeña, desordenada, pero al final, después de varias entrevistas y llamadas, Pamela me engatusó y comencé a trabajar en Uninorte”, comenta Julio entre risas.
Durante el primer mes en el nuevo cargo vino una transformación de todo KM5, devolviendo muchos textos desactualizados, ordenándolos mejor, implementando las exhibiciones y vendiendo 80 libros infantiles, obras que no habían logrado rentabilizarse hasta ese entonces.
Julio acomoda uno de los libros en un estante de KM5. |
Pasión y arte
Cuando estuvo en el Ejército, dice que leía entre 18 y 22 libros al año. Ese promedio hoy ha disminuido porque se ha vuelto “muy selectivo”, pero no deja de revisar todos los que llegan a la librería. Entre su ritual, además de hojearlos con cuidado, leer más pausado y tener un pensamiento más crítico hacia los autores, investiga más en internet y otros libros sobre el tema que lee. En literatura, por ejemplo, sus autores favoritos son José Saramago, Cormag McCarthy y la nigeriana Chimamanda Ngozi. En libros de ciencia e historia se decanta por el canadiense Steven Pinker, Carl Sagan y la colombiana Diana Uribe.
Pero su trabajo en la universidad no solo le ha permitido expandir sus conocimientos con la lectura. El tiempo libre que su anterior empleo no le permitía lo aprovecha ahora tejiendo hamacas y labrando madera. ¿De dónde lo aprendió?
“No, no fue de los libros, sino de Youtube”, afirma Julio, seguido de una carcajada. Con su esposa, los fines de semana sus manos manipulan algodón, macramé, clavos, pegante, seguetas, y demás artefactos, para crear muebles propios de la región. Es un hobby que le recuerda su niñez cuando veía a su padre y tíos en actividades rurales similares. A diferencia de los libros que termina de leer y regala, estos productos los comercializa entre sus amigos y familiares.
“La lectura es transformación, aprendizaje, influencia. Es formación siempre y cuando leamos y saquemos nuestras propias conclusiones, criterio. No hay que tragar entero”, advierte el librero Julio Medina mientras se prepara para la última foto en KM5.
Julio muestra una de las hamacas que teje en casa.
Por José Luis Rodríguez R.
Más noticias
Dic 17, 2024
Histórico