El fenómeno de las telenovelas en latinoamérica

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June Erlick, quien también ha publicado libros sobre derechos humanos, periodismo y conflictos, muestra su más reciente obra.

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25 feb 2019

Tal vez una o quizás decenas, pero de seguro todos alguna vez se han visto ‘enganchados’ por una escena de telenovela. Sí, ese género televisivo cargado de dramas, estereotipos, víctimas y villanos que incluso logran traspasar fronteras a nivel mundial. June Erlick, directora de publicaciones del David Rockefeller Center de Harvard para Estudios Latinoamericanos y editora jefe de ReVista, estuvo el 21 de febrero en Uninorte, presentando su más reciente libro, Telenovelas en el mundo latino, que narra cómo surgió su fascinación por las telenovelas y analiza la importancia que han tenido para la cultura latina.

Si hay un país que puede hablar con propiedad de telenovelas es Colombia, pues tiene grandes éxitos en sintonía, variedad de temas y distribución por todo el mundo. Sin embargo, no fue aquí que se dio el primer hito alcanzado de este género audiovisual.

En la investigación que June Erlick llevó a cabo, encontró a ‘Simplemente María’ (1969), un drama peruano que no solo batió récords en sintonía sino que tuvo un impacto directo en los televidentes. La historia de una chica campesina, que con esfuerzo se educa y termina siendo una famosa diseñadora, inspiró a muchas mujeres de Perú a alfabetizarse y buscar los medios para ser independientes. Demostró que a partir de la televisión se generaba una influencia directa en los consumidores, ya sea intencional o sin premeditación alguna.

En su obra June Erlick realiza un exhaustivo análisis de este género, pasando por producciones como ‘La esclava Isaura’ (Brasil, 1976); ‘Café, con aroma de mujer’ (Colombia, 1994); ‘Yo soy Betty, la fea’ (Colombia, 1999) y llegando a producciones más recientes como ‘Escobar, el patrón del mal’ (Colombia, 2012) y ‘Jane the virgin’ (EEUU, 2014).

Todas esas producciones dan cuenta de un contexto social donde se propicia su emisión. Llevan una cronología que se adapta al contexto cultural, hay una evolución en los roles, los protagonistas y las historias narradas.

Ese primer ejemplo le demostró a June Erlick que las telenovelas no eran ‘bobas’ como muchos le querían hacer creer y que, por el contrario, “hacen parte de un tejido moral que une instituciones y genera conversación sobre temas tabúes”. La novela latinoamericana se caracterizó —entre los años 70 y 90— por tocar temas como la raza, la homosexualidad, la migración y sobre todo por ofrecer un espacio donde la mujer era protagonista en una sociedad dominada principalmente por hombres.

Hoy las producciones siguen girando alrededor de esos temas, aunque muchos piensan que la telenovela es cosa del pasado, argumentando que no captura el mismo número de televidentes y ya no atrapa a los más jóvenes. June considera que “al migrar a nuevas plataformas y mirar qué es lo que los jóvenes están viendo, encontramos nuevamente temas de raza, esclavitud, nuevos roles de los homosexuales y nuevos escenarios de poder que lideran las mujeres”.

Otro de los aspectos que es cuestionado por críticos es el de la reproducción de estereotipos que se dan en las telenovelas por la construcción de personajes. Para Erlick “esto no debe ser precisamente negativo", ya que considera que "la telenovela acuña estereotipos para luego romperlos y enviar un mensaje a la audiencia”.

El conversatorio fue organizado en una alianza entre el Instituto de Estudios de América Latina y el Caribe y el programa de Comunicación Social y Periodismo.

Narconovelas en el imaginario latinoamericano

Historias que han surgido principalmente en México y Colombia han alimentado con éxito este género que nunca ha dejado de ser polémico. La primera narconovela realizada en Colombia fue ‘La mala hierba’ (1988), que gira entorno a la marihuana, basada en un libro de Juan Gossaín. Para la autora del libro Telenovelas en el mundo latino, “dicho programa logró abrir la conversación sobre un grupo no legitimado socialmente y presentar a los personajes no simplemente como malos o buenos, sino con matices, propios de los seres humanos”. Además demostró el alcance de esta, cuando el propio presidente de la época solicitó que al final los protagonistas no fueran exaltados en su rol de criminales.

El valor de la narconovela radica ,según June Erlick, en que permite la construcción de memoria histórica en una sociedad, que en el caso colombiano ha sufrido mucho por el narcotráfico. Pone en escena a víctimas y victimarios presentando distintos puntos de vista.

“Se cree que la telenovela debe educar per se, pero en una historia con matices buenos y malos, con exaltaciones y castigos, es decisión del espectador si forma una opinión teniendo en cuenta todos los elementos o si solo se queda con uno de los lados”, opina Erlick.

Hoy en un mundo inundado de producciones, plataformas de video en línea y muchas herramientas más, no ha cambiado la esencia de la telenovela: generar una conversación que no distingue entre edades, clases sociales, géneros o nivel intelectual. Ya sea con un toque de humor o drama, la telenovela sigue siendo un conductor de las conversaciones que diariamente tenemos.

 

Por Omar David Alvarez

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