Alemanes en Barranquilla: las historias que cuentan sus descendientes

Cinco invitados, de las familias Oeding, Breiler, Flesch, Lindemeyer y Schnurbusch contaron las historias de sus antepasados en Barranquilla y los aportes que hicieron a la ciudad.

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Annette Breiler muestra el documental que grabó su padre entre 1967 y 1970.

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22 mar 2019

Entre recuerdos, anécdotas y documentos históricos cinco desdenciendentes de familias alemanas recordaron el legado que sus antepasados le dejaron a Barranquilla en un evento organizado por el Museo Mapuka el 21 de marzo, en el marco de la Cátedra Europa.

Representantes de las familias Oeding, Breiler, Flesch, Lindemeyer y Schnurbusch contaron también sobre lo que significó Barranquilla, el hogar que los acogió en situaciones precarias, para esta comunidad de inmigrantes. A lo largo del conversatorio se conocieron las historias detrás de los aportes que incluyen colecciones arqueológicas, colegios, clubes, avances en la industria y, especialmente, la aviación.

Eli Oeding narró sobre las travesías de sus padres Guillermo y Kethe, quienes se vinieron a vivir en una finca en Zambrano, Bolívar, “con los indios”, dijo jocosamente. Su madre comenzó a tener una afición por la arqueología y excavaba en pueblos aledaños piezas arqueológicas que guardó y que con ayuda de Gerardo Reichel-Dolmatoff organizó. Hoy en día esa colección que celosamente guardó Oeding, inclusive de la amenaza guerrillera, se encuentra en el museo Mapuka.

Por medio de un documental grabado por su padre Ernesto, Annette Breiler transportó a los asistentes a una caseta en Salgar llamada ‘el Alemán’, lugar en el que la diáspora teutona se reunía los domingos, entre 1967 y 1970, para gozar del mar. Breiler llegó en el año 38 y tuvo que volver a su país para pelear en la segunda Guerra Mundial, donde resultó prisionero de guerra. Cuando lo liberaron volvió y se convirtió el primer piloto de fumigación área en Colombia.

Carlos Lindemeyer, presidente de la junta directiva del colegio Alemán, se remontó al siglo XIX para trazar la llegada de su bisabuelo a Sabanilla. Su abuelo, Enrique, fue la primera persona con licencia de capitán de río y fundó empresas comerciales para la navegación sobre el Magdalena. Cuando llegó la Segunda Guerra Mundial, tuvo que transferirla a un local para que no fuera expropiada y al terminar el conflicto perdió todos los buques que tenía.

Claudia Schnurbusch se ayudó por el relato de su hijo Andrés, quien habló sobre la relación de amor que existió entre su abuelo Guillermo y la ciudad de Barranquilla. El hombre conocido como el “capitán Cabulla” fue uno de los responsables del éxito de Scadta cuando en 1920 armó los aviones junker que trajeron en contenedores de madera. “Hasta 1940 no había avión que despegara sin su visto bueno”, dijo el joven.

Inclusive durante la época de la Segunda Guerra Mundial, en la que los inmigrantes alemanes fueron enviados a un campo de concentración en Bogotá, a Guillermo se le permitió vivir durante el último año con casa por cárcel. Según contó su bisnieto, el inmigrante siempre sintió a Barranquilla como su hogar.

Herbert Flesch narró su historia desde la otra perspectiva: la de los judíos que vinieron huyendo de la persecución nazi. En este exilio la familia fue separada y su papá, Gerhard, y su abuelo, también llamado Herbert, encontraron en Barranquilla un resguardo. Su abuelo, un químico e importante empresario de Frankfurt, fundó en la ciudad pinturas Ico luego de que le fuera expropiada la fábrica que tenía en Alemania.

Flesch comentó que Barranquilla fue una de las ciudades que perdió cuando Colombia decidió entrar a la Segunda Guerra Mundial. Todos los bienes de los inmigrantes de ese país fueron congelados para ser devueltos posteriormente. No obstante, Flesch anotó que la mayoría de estas empresas quedaron en manos de locales que no tenían el conocimiento técnico para manejarlas y las llevaron a la ruina.

Una vez termina la guerra y los alemanes son liberados, la mayoría se van del país ya que no tenían propiedades por las que volver. “Antes de la guerra había alrededor de 4.000 alemanes en Colombia, hoy en día, 2.500”, señaló Flesch. Con ellos se fue una parte del comercio, de la tecnología pero sobre todo de lo que había hecho de Barranquilla una ciudad en la vanguardia del mundo.

 

Por Leonardo Carvajalino

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