“Relatos de movilidad y educación”, el libro que recoge las historias familiares de nueve estudiantes

A partir de las 6:00 p. m. de hoy se realizará el lanzamiento a través del canal de YouTube Uninorte Académico. El evento contará con la participación del rector Adolfo Meisel, director de la obra, y algunos de los estudiantes que narran sus historias. El libro puede descargarse de forma gratuita.

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Portada del libro, que ya está disponible para descarga gratuita.

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09 jul 2020

Bajo la dirección del rector Adolfo Meisel Roca el libro Relatos de movilidad y educación. Nueve casos en el Caribe colombiano, de la Editorial de Uninorte, presenta la historia familiar de nueve estudiantes de la clase Historia Económica de Colombia, a cargo del rector, cuyo objetivo apunta a entender los cambios demográficos y sociales que vivió el país desde el siglo pasado hasta ahora contada por sus protagonistas: la gente. Hoy a las 6:00 p. m. será la presentación del libro, a través del canal de YouTube Uninorte Académico.

Los relatos de estos nueve estudiantes dejan ver que, a escasas dos generaciones familiares, la actividad económica principal de la población estaba en la explotación agrícola de la tierra, y que la movilidad social es más factible cuando se accede a la educación, sobre todo profesional. De modo que estas historias reflejan la de una Colombia que pasó de la ruralidad del campesinado, en muchos casos analfabeto, a la consolidación y el progreso de las ciudades con todas las condiciones de bienestar.

El libro es de acceso gratuito y puede descargarse aquí

A continuación, publicamos el prólogo del libro.

Prólogo de Relatos de movilidad y educación
Por Adolfo Meisel

Pocas cosas en mi vida recuerdo que fueran más aburridas que las clases de Historia de Colombia que nos daban en el bachillerato. Lo primero es que el libro que utilizábamos era un manual con pésimas ilustraciones: muchos cuadros religiosos, retratos de virreyes y óleos de ejércitos patriotas. Nos abrumaban con un sinfín de nombres de gobernantes coloniales y sus “logros”, sucesiones de batallas, escaramuzas y luego listas de presidentes con fechas y más fechas. Nada de análisis, nada que nos hiciera sentir que la historia de Colombia era la nuestra, a pesar de que, desde temprana edad, manifesté una gran curiosidad por el pasado preguntando a mis abuelos y leyendo sobre arqueología. Desde joven admiré a los grandes arqueólogos alemanes, entre ellos a Schliemann, el descubridor de Troya.

Con el tiempo, mi interés por el pasado me llevó por los caminos de la historia económica. Este ha sido tradicionalmente un campo de estudio de las grandes tendencias estructurales y muy cuantitativo.

Esto último es especialmente cierto ahora, cuando la práctica de la historia económica está dominada por la cliometría, que aplica la teoría económica y la econometría al estudio del pasado. He investigado durante años la historia económica de Colombia y de nuestra región Caribe, y lo he disfrutado. Sin embargo, siempre he sentido que la ausencia de la gente en este tipo de relatos le quita una dimensión que nos permita comprender las experiencias de quienes vivieron las transformaciones económicas y sociales que estudiamos los científicos sociales. Ese vacío lo logré llenar en parte a través del estudio de la historia empresarial de Colombia en varios estudios de caso que he publicado o estoy por publicar. Allí está la gente, por supuesto, pero se trata de unas elites.

Con el ánimo de solventar, así sea parcialmente, el vacío que deja en el estudio de la historia económica el que no estemos observando a la gente de todo tipo y sus experiencias con las variables cuantitativas y agregadas que normalmente vemos, desde hace algunos años empecé un experimento junto con mi colega María Teresa Ramírez, en mi curso de historia económica de Colombia. Consiste en poner, como uno de los proyectos, que los estudiantes ilustren con la historia de sus familias aquellos cambios estructurales o influencias coyunturales que hemos estudiado en el semestre.

A los alumnos les ha gustado mucho, pues han aprendido de sus padres y, sobre todo, de sus abuelos, cosas que no sabían acerca de sus antecedentes familiares. Invariablemente, ha sido una experiencia enriquecedora, y pienso que es una manera muy pedagógica para que investiguen y profundicen los temas de la materia.

En esta recopilación publicamos las historias familiares de nueve estudiantes que vieron, durante el primer semestre de 2019, el curso de Historia Económica de Colombia que dicto en la Universidad del Norte. Estas reflejan muy bien muchos de los temas que analizamos en esa clase.

Debo señalar que los nueve casos que se presentan fueron los que autorizaron la publicación de su escrito. El hecho de que estos sean estudiantes universitarios de una institución privada de excelencia probablemente introduce un sesgo hacia casos de familias que en varios aspectos han sido exitosas. Pero no tengo dudas de que en muchas dimensiones sus experiencias son las de la inmensa mayoría de las familias colombianas. 

Por ejemplo, en todos los casos se ven reflejadas tanto la transición demográfica como la transición epidemiológica. Recordemos que la transición demográfica se refiere a que, en el pasado, en el caso de Colombia a comienzos del siglo XX, había una alta natalidad y mortalidad. Con el crecimiento económico y el avance de la medicina se redujo la mortalidad y, por lo tanto, se aumentó el crecimiento de la población. Posteriormente, disminuyó la tasa de natalidad, fenómeno que en nuestro medio empezó a observarse en la década de 1960. La caída de la natalidad continúa, y el resultado es una familia cada vez más pequeña. Por ejemplo, las estudiantes del curso en mención quieren tener 0,8 hijos en promedio, es decir, una tasa por debajo de lo requerido para que la población no se contraiga.

La transición epidemiológica se refiere a que antes la gente se moría de enfermedades infectocontagiosas y ahora la principal causa de mortalidad es el cáncer y las enfermedades cardiovasculares. En los relatos de dos de los estudiantes vemos que antepasados suyos murieron de enfermedades infecciosas hoy curables: gangrena y tétano.

Una de las constantes en este grupo de relatos es que los antepasados eran campesinos analfabetos. El avance de sus familias se evidenció en mejoras en los servicios públicos, calidad de la vivienda y acceso a la educación. Al comienzo de algunas historias, el abuelo o bisabuelo sembraba yuca, ñame, cuidaba ganado, la familia vivía en casa de bahareque, con techo de palma y piso de tierra, el baño era con totuma y no había electricidad, alcantarillado o acueducto.

Muchas veces, las familias mejoraron mudándose a otras poblaciones o a ciudades, tal vez porque había más oportunidades económicas.

Varias familias sufrieron las consecuencias de la violencia, ya fuera por el asesinato de un antepasado o porque fueron forzados a migrar a otros lugares por amenazas.

Otro hecho que es evidente es que buena parte de la movilidad social se logra a través de un mayor nivel educativo, sobre todo, alcanzando un título profesional. Esto es muy claro en el caso de las mujeres, que al principio del siglo XX casi no se educaban y estaban dedicadas a las labores domésticas. 

Estos nueve ejemplos muestran el avance del país, con sus deficiencias en temas como la seguridad y la igualdad de oportunidades, y permiten una visión equilibrada de ese desenvolvimiento que, aunque no ha sido espectacular, sí ha alcanzado muchos logros. Lo sintetizó muy bien la abuela de Miguel Caycedo Pedrozo al referirse a su propia experiencia: “Una buena vida, a pesar de no ser la mejor vida”.

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