Walberto Badillo (q.e.p.d.), la sonrisa que nunca se apagará

Lo recordamos con alegría, cariño y satisfacción. Hablar de ‘Wals’, como le decían algunos, es hablar de un arquitecto de altura. Descanse en paz, profesor. Nuestro mejor homenaje será seguir su legado de profesionalismo, con una sonrisa en el rostro.

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El profesor Walberto Badillo.

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04 feb 2021

Conocer a Walberto Badillo es, por lo menos, haber conocido su sonrisa. No hay quien no lo recuerde con alegría, cariño y satisfacción. Hablar de ‘Wals’, como le decían algunos, es hablar de un arquitecto de altura.

Obtuvo su título de la Universidad del Atlántico en 1995, con estudios avanzados de Urbanismo en la Universidad Politécnica de Cataluña, en España. Realizó su máster en Diseño Urbano por la Universidad de Barcelona y desde 2013 inició su carrera como docente en varias instituciones.

La Universidad del Norte tuvo el privilegio de estar dentro de estas, en su Escuela de Arquitectura, Urbanismo y Diseño, en la que llegó a ser director del departamento de Arquitectura y Urbanismo, cargo que ostentó no solo por sus grandes facultades profesionales, sino por su entusiasmo y don de gentes.

“La partida de Walberto es una pérdida muy sensible para nuestra Escuela”, dice Manuel Moreno, su decano. “Por encima de sus indiscutibles cualidades profesionales y de su notable compromiso con la educación, Walberto era una gran persona, amable, responsable y servicial”, menciona.

“Sólo nos queda honrar su legado, y continuar con el empeño incesante de formar profesionales íntegros y capaces. Acompañamos de corazón a su familia, amigos y colegas en estos aciagos momentos”, manifiesta Moreno Slagter.

Compañeros de oficina y de la vida misma también lo recuerdan con especial afecto. El profesor Fabián Amaya, del departamento de Arquitectura y Urbanismo, comenta que “haber conocido a Walberto Badillo significó, para mí, el encuentro con una persona íntegra, amable, leal y comprometida”. Recuerda que fue uno de sus principales colaboradores durante su encargo como director del departamento.

“Hace poco celebramos con él uno de nuestros grandes triunfos, como lo es el de la acreditación de alta calidad; estando él ya en la clínica nos llegó la noticia y desde ahí, en su estilo respetuoso y alegre, pudimos compartir la felicidad de ese gran logro”, expresa.

Yalmar Vargas, profesor y amigo, también manifiesta sus recuerdos junto al profesor Walberto. “Lo conocí en el año 2013, desde ese momento compartimos varios espacios, siempre relacionados con su interés por el desarrollo de la ciudad, a través de discusiones propositivas y sustentadas sobre el origen de Barranquilla y su desarrollo a lo largo del tiempo”, dice Vargas.

Recuerda las intervenciones del profesor Badillo en el Observatorio Urbano Local del Área Metropolitana de Barranquilla, en el que participaba “con argumentos y referencias para soportar sus propuestas teóricas, así como el desarrollo de iniciativas -un poco más disruptivas- de “urbanismo táctico” en la ciudad, con las que pretendía aplicar sus conocimientos para hacer transformaciones urbanas ciudadanas”.

Resalta que “en todo momento, Walberto mostraba su amor por Barranquilla, y su espíritu de trabajo cooperativo e inspirador que permitía llevar a la realidad sus ideas y proyectos”.

Mauricio García, profesor del departamento de Diseño, expresa que en los encuentros compartidos con Walberto Badillo, rápidamente pudo percibir que se trataba de “una persona integral, un ser humano noble”.

La anécdota. Antonio Olmos, profesor del departamento de Arquitectura y Urbanismo, quien estudió con él durante su pregrado y su estancia en España, relata una experiencia especial para ambos.

Hace más de 20 años estaban recién egresados y trabajaban juntos en el proyecto para el concurso del Parque Cultural del Caribe, hasta altas horas de madrugada. En una de esas noches, en una emisora sonó una canción de Diomedes Díaz y surgió la polémica sobre quién había sido el acordeonero que había acompañado ese trabajo discográfico.

“Walberto dijo que era ‘El cocha’ Molina y yo dije que no, que había sido con ‘Juancho’ Roys”, menciona el profesor Olmos. Quien perdiera debía pagar una merienda de ‘patahuevos’ (patacón con huevos), que era popular comer por esos días.

El resto de compañeros le dio la razón a Walberto y “él celebró el triunfo en medio del salón, al mejor estilo del mejor jugador de moda en ese momento”. Todos lo felicitaron. Olmos sabía que debía pagar la apuesta. Sin embargo, la idea de llamar a la emisora no se hizo esperar. Al hacerlo, el locutor confirmó que el candidato de Olmos había sido el compañero de ‘El Cacique de La Junta’ en la canción que los había puesto a concursar entre ellos.

“Al día siguiente, Walberto pagó los ‘patahuevos’ y contó que, al llegar a su casa, le refirió la anécdota a su esposa, quien le dijo entre risas: ¡Cómo se te ocurrió apostar con un vallenato!, haciendo alusión a que nací en Valledupar”, recuerda el profesor.

“Toda la vida se lo recordé y nos ‘partíamos’ de la risa, sé que esa anécdota le hubiese encantado que yo la trajera a colación, porque él era el que más se reía cuando la recordábamos”, dice.

Alexander Niño, docente de la Escuela, menciona -en una especie de carta escrita a Walberto- que "nos quedaron algunos temas por tratar, terminar algunos proyectos y seguir haciendo nuestra dieta eterna para ajustar la línea curva".

Con humor, Niño Soto, le dice que "como siempre, nuestras cabezas brillantes y el poder calvo seguirá generando sonrisas entre quienes nos rodeaban y sabían que existía esa camaradería que se produjo como resultado del respeto, la disciplina y el trabajo constante, pues eras un socio diligente y dispuesto".

Descanse en paz, profesor Walberto. Nuestro mejor homenaje será seguir su legado de profesionalismo, con una sonrisa en el rostro.

Por Lucía Avendaño

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