¿Por qué es necesario un pacto mundial sobre migración segura?
Las migraciones hacen parte históricamente de los procesos de desarrollo. Aunque es una situación que involucra dificultades, tensiones y contradicciones, no se trata de un hecho anómalo, que trae problemas a la gestión de un territorio, sino de algo que acompaña el desarrollo de los países con el crecimiento de la fuerza productiva, la economía y la promoción del empleo.
Bajo esta noción, dos investigadores internacionales analizaron las tendencias y dinámicas de la inmigración durante el segundo día de la V Cátedra de Economía del Caribe. El chileno Jorge Martínez, demógrafo e investigador de la CEPAL, versó sobre el caso de América Latina y el Caribe, mientras y el turco Mehmet Ozkan, director de la Agencia de Cooperación y Coordinación Turca (TIKA), hizo lo propio con la migración de sirios en Turquía.
Basado en sus análisis, Martínez ha encontrado que existe un patrón de emigración dominante hacia afuera de Latinoamérica y el Caribe, que, aunque tuvo una desaceleración, ha recuperado su ímpetu últimamente. También indica que la inmigración de personas ajenas a la región históricamente ha provenido de África, Asia, así como de Europa, esta última con gran impacto sobre las instituciones de los países de la región. “Hoy esta inmigración no está a la orden del día, pero sí tiene vestigios importantes de inmigrantes calificados”, dijo el investigador.
Según cifras de 2010, más de 30 millones de latinoamericanos y caribeños residen en países distintos al de origen, cifra que equivale al 4% de la población total de la región. Martínez explica que hacia los años 70 y 80 hubo un predominio de la inmigración desde otras regiones y que, a partir del 90, el predominio pasó a ser intrarregional.
Argentina es el país que tiene el mayor número de inmigrantes de Latinoamérica y el Caribe, con 1,8 millones; le sigue Venezuela, con 1,2 millones, y México con cerca de un millón. En términos relativos Costa Rica es el caso más llamativo porque casi el 10% de su población es nacida en el extranjero, principalmente de Nicaragua.
Estados Unidos concentra el 75% de la población migrante latina, mientras que España recibe el 8%. Si se elimina a México de esta medición, los inmigrantes de la región en EE.UU. se reducen a un 51%.
Martínez añade que los principales intercambios migratorios de cada país se deben a flujos fronterizos, salvo en casos como Brasil y Panamá. Los principales movimientos se dan entre Haití y República Dominicana; Nicaragua y Costa Rica; y Colombia y Venezuela.
A partir de estos patrones, Martínez ha detectado en los últimos años demasiadas necesidades urgentes, la mayoría de ellas vinculadas a patrones extrarregionales. El principal problema para el académico es el de la niñez migrante no acompañada, que irrumpe desde el triángulo norte de América Central y cruza a los Estados Unidos, atravesando territorio mexicano.
“De Honduras, El Salvador y Guatemala han salido cerca de 100.000 niños y adolescentes no acompañados (hacia Estados Unidos) ¿Qué se puede hacer con ellos? ¿Devolverlos? ¿Detenerlos?”, se cuestionó el investigador, quien hizo referencia a una misiva de la Secretaría de Seguridad estadounidense de junio 2014, en la que se advirtió que cualquier persona detenida a cruzar ilegalmente la frontera d EEUU, está “sujeta a deportación prioritaria independiente de su edad”.
Martínez destacó que órganos como la Corte Interamericana de Derechos Humanos rechazaron la voluntad estadounidense, advirtiendo que un menor no puede ser deportado ni llevado a un centro de detención, sino albergado en un lugar que asegure su protección y el derecho a la unidad familiar.
Igualmente, el investigador señaló como contrariedades la migración irregular, deportaciones y detenciones por faltas y no por delitos, lo cual ha llevado a lo que describió como una “encrucijada de los derechos humanos a la que hay que dar respuesta”. La adopción de un pacto mundial sobre migración segura es una de las iniciativas que se llevaría a la Asamblea General de las Naciones Unidas para mitigar estos problemas, aunque Martínez advierte que la puesta en marcha de la misma hace parte de un proceso a largo plazo cuyos resultados se verán más allá del próximo decenio.
El caso turco
Jorge Martínez considera que una de las medidas para afrontar el fenómeno de la inmigración es mediante la inclusión social, en que en el migrante pueda valorizarse y ser un motor social, económico y cultural en los lugares a los que arriban. “Poner muros es un absurdo cuando el trabajo que hacen los inmigrantes es tan importante”.
En este sentido concuerda el académico Mehmet Ozkan, proveniente de Turquía, país que es el mayor receptor de refugiados de Siria, con 3,2 millones. Las medidas positivas del gobierno frente a la llegada masiva de inmigrantes del país del medio oriente han permitido que estos se integren a la sociedad e incluso formen parte de la fuerza laboral de Turquía, con la venia de los habitantes de esta nación.
“Cuando la cifra de inmigrantes empezó a subir con la crisis que estaba intensificándose en Siria, el Estado turco empezó a hacer políticas para crear metas para que el pueblo fuera receptivo. El tema de Siria nunca se tocó como algo político o económico; siempre se enfocó en lo humanitario, y en decirle a la población que eso es algo que puede suceder en cualquier país y que tenemos que colaborar”, apuntó Ozkan.
“Aunque naturalmente hubo sectores críticos, la mayoría aceptó la llegada de inmigrantes sirios, al ver que no se involucraban en el crimen y cuando empiezan a hacer los trabajos que los turcos ya no quieren hacer. Esto se vuelve positivo para la economía también”, agregó el experto.
Ozkan asegura que cada día las cifras de personas en campos de refugiados están bajando. El propósito del gobierno turco fue proporcionarles un buen ambiente en los campamentos para permitirles superar el trauma de la guerra y la pérdida de familiares. Por ello, al interior recibieron tratamiento psicológico y capacitación laboral para integrar la sociedad y la fuerza laboral.
“En los campamentos solo reciben lo más básico, porque esto es temporal y no queremos tener que cuidarlos por muchos años. Si ellos trabajan van a ganar más y pueden ahorrar. Como resultado, hoy 10% de los refugiados están en los campamentos y el 90% integra la sociedad, trabajando o con su propio negocio”.
“Es una política completa y coordinada de integración total a la sociedad. Si a los jóvenes refugiados no les puedes dar educación, trabajo, se van a volver criminales naturalmente o van a tener la tentación. Pero acá la educación es gratis y la salud es casi gratos, entonces les damos la sensación de que ellos son importantes, que pueden sobrevivir y conseguir una vida en Turquía. Esa es la esencia de política. Pero eso requiere de tiempo”, puntualizó Ozkan.
Por Andrés Martínez
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