Oportunidades y retos a la hora de recuperar la Ciénaga de Mallorquín
Los profesores Germán Rivillas y Juanita Aldana, quienes durante años han dedicado estudios a la Ciénaga de Mallorquín, analizan su estado y las expectativas frente al proyecto de recuperación de la Alcaldía.
Decidir convertir a Barranquilla en la primera ‘biodiverciudad’ del país, a través de la recuperación ambiental de la Ciénaga de Mallorquín, el saneamiento de su recurso hídrico, el freno a las invasiones y la vinculación de la comunidad del corregimiento de La Playa al desarrollo del sector, entre otras acciones, ha generado grandes expectativas entre los barranquilleros, luego de que el alcalde Jaime Pumarejo anunciara dicha megaobra como el sello de su administración. Quienes han estudiado los diferentes problemas que afectan desde los noventa a este cuerpo de agua saben que la solución implica una concepción holística de las causas y actores que generan el deterioro ambiental, y un compromiso permanente.
“Es un ecosistema que recibe mucha contaminación del arroyo León y otros caños. Recibimos de forma positiva el anuncio el proyecto de la Alcaldía, en cuanto a la descontaminación del ecosistema. Sería muy positivo no solo para los sectores de Las Flores, La Playa y Uninorte, sino para toda la ciudad”, afirmó Juanita Aldana, profesora del Departamento de Química y Biología, doctora en Ecología, quien colidera una investigación que aborda humedales urbanos sostenibles en Chile, Perú y Colombia.
La docente ha realizado investigaciones sobre el manejo y uso de biodiversidad con comunidades locales y la planificación del territorio con enfoque socioecológico. Por eso concibe la ciénaga como un “riñón” de la ciudad que purifica el agua y soporta el ciclohídrico, vital para el mantenimiento del recurso pesquero, las especies que habitan el cuerpo de agua y el freno de la erosión costera.
De acuerdo con la Alcaldía, la inversión inicial del proyecto será de 80 mil millones de pesos, que comprende, entre otras obras, un ecoparque entre Las Flores y La Playa, la habilitación de la playa de Puerto Mocho, un paseo peatonal y tren turístico del tajamar occidental del río Magdalena y el desvío y tratamiento de las aguas negras; pero también teniendo presente los seis agentes de degradación de la Ciénaga de Mallorquín: los rellenos, la ocupación ilegal, la deforestación del manglar, la contaminación química por residuos sólidos, la sedimentación y la erosión costera.
El Distrito planea desviar las aguas residuales que hoy llegan a Mallorquín a una planta de tratamiento y verterlas al río Magdalena, así como implementar un sistema de vigilancia y conservación de manglares, que están en alto riesgo de desaparición por la tala indebida. En este sentido, Aldana advierte que toda construcción dentro de la ciénaga deberá tener permiso y realizarse con cuidado porque está dentro del polígono de la Convención Ramsar, que establece a Mallorquín como un sitio importante para la humanidad.
“Es una recuperación ambiental, pero también una recuperación que nos permite darle dignidad a las poblaciones que viven en los alrededores de la ciénaga. Esta es la primera muestra visible de nuestra apuesta por la Biodiverciudad”, aseguró el alcalde Pumarejo. El proyecto también tiene un componente social que promoverá la dignificación de los habitantes de su zona de influencia, al querer beneficiarlos con formación orientada a la tecnificación de la pesca y la siembra de alevinos, la preservación del ecosistema y la atención a los turistas, y con capital semilla para iniciativas microempresariales que les permitan tener mayores ingresos.
Video promocional de la Alcaldía de Barranquilla sobre el proyecto.
Para Germán Rivillas, docente del departamento de Ingeniería Civil y Ambiental, quien desarrolla un estudio sobre la implementación de infraestructura verde en la Ciénaga de Mallorquín para la restauración de la conectividad de los procesos costeros, un proyecto de este tipo sin duda necesita tener como eje fundamental el concepto de soluciones basadas en comunidades y ecosistemas.
“Uno no puede llegar a un sistema como estos y desplazar a la gente, porque genera problemáticas sociales y Colombia tiene muchos casos fallidos en ese sentido. El elemento que distingue a este tipo de perspectivas es que son pensadas a largo plazo, es decir, cambio climático, aumento de la resiliencia del sistema y reducción de la vulnerabilidad de la población. Al enlazar esto con las políticas de país, con los compromisos que tiene Colombia ante el Convenio de París, la Convención Marco de Naciones Unidas para el cambio climático, la economía naranja y los ODS, cae bien porque está alineado en ese sentido. Colombia puede incluso sumar indicadores que le permitan medir esos compromisos y alcances en el tiempo”, explicó el docente.
El docente celebra la iniciativa y comenta que deberá tener un componente de educación ambiental y cultural sólido, para generar el sentido de pertenencia que hace muchos años ha debido imperar en la zona. Temas como la calidad de agua, el manejo de residuos sólidos, la calidad del aire y la reforestación de los bosques de manglar, considera, deberían ser de los primeros asuntos a tratar porque tendrán “un impacto muy positivo en la operatividad del ecoparque”.
Por José Luis Rodríguez R.
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