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Manuel Eduardo Moreno Slagter

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ACERCA DE MÍ Arquitecto con estudios de maestría en medio ambiente y arquitectura bioclimática en la Universidad Politécnica de Madrid. Decano de la Escuela de Arquitectura, Urbanismo y Diseño de la Universidad del Norte. Defensor de la ciudad compacta y densa, y de las alternativas de transporte sostenible. Coleccionista de música.

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Una utopía en el desierto

Como lo dicen sus promotores, si se concreta, The Line será un gran laboratorio vivo y en tiempo real.

El príncipe heredero de Arabia Saudita anunció recientemente un proyecto que pretende revolucionar el significado y el funcionamiento de los asentamientos urbanos. Se trata de The Line, una innovadora ciudad que se suma a las diversas iniciativas que componen NEOM, una especie de nodo tecnológico y de experimentación enclavado en el desierto saudí. Por supuesto, la escala de la intervención es portentosa, con un alcance y ambición que solo pueden ser respaldadas por la gruesa chequera que manejan los países petroleros, capaces de erigir fantasías llenas de lujo y comodidades en medio de uno de los entornos más hostiles del planeta.

Esta nueva ciudad tendrá una extensión de 170 kilómetros, en línea recta, en medio del duro medio ambiente de la península arábiga, desafiando cualquier paradigma que se haya probado hasta ahora. Según el anuncio, podrá albergar hasta un millón de personas, con un diseño que en teoría le permitirá funcionar con unas características que pertenecen, por ahora, al reino de la ciencia ficción. Será una ciudad sin carros, sin calles y sin infraestructuras a la vista. Con la intención de convertirse en un ecosistema totalmente sostenible, promete además que cualquiera de sus habitantes tendrá todos los servicios que requiere a menos de quince minutos. Conceptualmente es un gran eje que conectará módulos urbanos, una ristra gigantesca que dispuesta en nuestro litoral cubriría la distancia que hay entre Cartagena y Santa Marta.

Dado que todavía no se ha revelado ningún detalle sobre su configuración, las preguntas que plantea este proyecto son notables. Si bien casi todos los servicios públicos, las comunicaciones y la movilidad tienen respuestas más o menos probadas con energías alternativas, eso sí, algunas todavía muy costosas, sus responsables deberán solucionar el abastecimiento de agua potable, cosa que en el desierto no suele ser un problema menor. La posibilidad de implementar grandes plantas desalinizadoras no está libre de consecuencias, fundamentalmente derivadas del vertido de la salmuera, de gran impacto ambiental. Por otro lado, lo que puede significar este tipo de vida, casi exenta de sorpresas y en alguna medida limitada a los que los urbanistas entiendan como apropiado, puede llevar a un día a día en exceso monótono, restringiendo las posibilidades que ofrecen las dinámicas urbanas. Casi todos los ejemplos de ciudades planeadas desde cero tienen esta dificultad: es muy difícil trazar y prever en una mesa de dibujo lo que las personas naturalmente van consolidando con el paso de los siglos.

Sin embargo, será interesante observar, desde la barrera y sin riesgos, el desarrollo de esta fastuosa idea. Probablemente muchos de los interrogantes sean resueltos con montañas de dinero, pero de cualquier forma algún aprendizaje quedará. Como lo dicen sus promotores, si se concreta, The Line será un gran laboratorio vivo y en tiempo real.

Fotografía tomada de https://www.unsplash.com

Publicado en El Heraldo el jueves 11 de febrero de 2021