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Manuel Eduardo Moreno Slagter

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ACERCA DE MÍ Arquitecto con estudios de maestría en medio ambiente y arquitectura bioclimática en la Universidad Politécnica de Madrid. Decano de la Escuela de Arquitectura, Urbanismo y Diseño de la Universidad del Norte. Defensor de la ciudad compacta y densa, y de las alternativas de transporte sostenible. Coleccionista de música.

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Un trámite

Es muy fácil criticar las acciones del gobierno. Al fin y al cabo, es la organización más grande con la que se relacionan los ciudadanos y es, al menos, parcialmente responsable de varias de las cosas que les suceden. Si la inseguridad se agrava, si los servicios públicos fallan, si hay contaminación, si el dinero no alcanza; cualquier evento puede achacársele al leviatán. Además de ser lógica, tal postura resulta muy conveniente, dado que en ciertas circunstancias esos señalamientos ayudan a diluir las propias obligaciones y culpar a los demás, un acto muy natural, inherente a nuestra condición humana. Puede que entonces esa sea una de las funciones más notables (y menos aceptadas) de los estados, estar ahí para recibir el sinfín de quejas ciudadanas, servir como una suerte de desahogo, encajar los golpes. 

Por eso es tan exótico que se reconozca cuando algo le sale bien. Usualmente quienes valoran positivamente alguna labor del gobierno son despreciados por serviles o por tener algún interés particular que se ve reforzado por el elogio. En un entorno plagado de desconfianza, como el nuestro, despierta sospechas quedar satisfecho después de adelantar una gestión con una entidad pública. Sin embargo, contra todo pronóstico, hace unos días viví una buena experiencia cuando me enfrenté con éxito a uno de esos trámites, tanto, que consideré apropiado contarla en este espacio.

Como muchos colombianos, a finales del año pasado me apuré a renovar la licencia de conducción. En ese momento tuve que hacer un examen médico en un centro de reconocimiento de conductores, un servicio que es facilitado por un operador privado y que no presentó mayores problemas. Casualmente unos días después el Gobierno nacional amplió el plazo para la renovación, de tal forma que dejé el resto del trámite para este año, evitando complicaciones adicionales en la época decembrina. Hace un par de semanas decidí terminar el proceso.

En primer lugar, la cita para presentarse en una de las sedes de la Secretaría de Tránsito y Seguridad Vial habilitadas para tal efecto se diligenció por Whatsapp (aunque puede que eso les complique la vida a las personas mayores). Estaba muy incrédulo ante ese escenario, pero resultó funcionar de maravilla, logrando un espacio de atención para el día siguiente. Preparado para encontrarme las filas y las demoras que suelen ser comunes, llegué antes de la hora establecida, una prevención que no era necesaria puesto que el lugar estaba relativamente vacío. Una funcionaria me pidió el código QR que me habían dado el día anterior y el documento de identidad. Todo estaba en orden y luego de unos minutos para realizar el pago correspondiente, la toma de la huella digital y la fotografía, salí de ahí con la nueva licencia en menos de media hora. Ni siquiera fue necesario que llevase conmigo el resultado del examen médico, su vigencia fue comprobada en línea por la entidad. 

Desde luego, todo el asunto se vio favorecido porque esa oficina estaba poco concurrida, pero en cualquier caso fue un trámite que se ejecutó con una agilidad inusual. Ojalá que así continúe y que no se complique excesivamente cuando el nuevo plazo esté por expirar.

Fotografía tomada de https://www.unsplash.com

Publicado en El Heraldo el jueves 7 de abril de 2022