RESUMEN


Manuel Eduardo Moreno Slagter

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ACERCA DE MÍ Arquitecto con estudios de maestría en medio ambiente y arquitectura bioclimática en la Universidad Politécnica de Madrid. Decano de la Escuela de Arquitectura, Urbanismo y Diseño de la Universidad del Norte. Defensor de la ciudad compacta y densa, y de las alternativas de transporte sostenible. Coleccionista de música.

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Un año para mejorar

Estos días finales suelen ser momentos llenos de propósitos y resoluciones. Hay quienes están decididos, por fin, a empezar una nueva dieta y a hacer ejercicio, a enmendar alguna relación rota, a evitar esa actitud que tanto daño hace, a dejar de fumar, a dejar de beber, a ahorrar, a dedicarle más tiempo a sus seres queridos; en suma, casi todos los propósitos de fin de año guardan la esperanza de cambios que se sobreentiende positivos. Nadie, libremente y en sus cabales, propicia cambios para empeorar sus propias circunstancias.

Sin embargo, los cambios que se reclaman no siempre guardan relación con los resultados que se pueden derivar de su implementación, o se enfocan en lo que se espera de ellos y no en los mecanismos que los harían posibles. Por eso, la mayoría de las entusiastas resoluciones que se adoptan en enero se van abandonando en febrero, de tal forma que se aplazan, o se retoman intermitentemente de acuerdo con algunas erupciones de optimismo. Eso no es tan grave cuando se trata de asuntos que soportan iteraciones, al fin y al cabo una dieta interrumpida se puede empezar las veces que sea necesario, cualquier día podemos volver al gimnasio, o hacer esa llamada pendiente. Hay que prestar más atención cuando nos metemos con asuntos que no tienen fácil arreglo.

En Colombia estamos pidiendo cambios hace rato. Como en casi todos los países, hay muchos problemas que no parecen alcanzar solución si insistimos en los métodos de siempre, por lo tanto, se va agotando la paciencia y va creciendo la rabia. Temas evidentes como el funcionamiento de la justicia, los procedimientos burocráticos y la corrupción estatal, entre otros, merecen intervenciones tan complejas como inmediatas, pero concediendo que tomará algo de tiempo poder ver resultados y que seguramente será necesario ir perfeccionando las formas.

Los cambios sostenibles no se logran de un día para otro, ni se conjuran con decretos y leyes mesiánicas.

Se viene un año de elecciones. Inquieta comprobar que muchos colombianos quieren simplemente «un cambio», así, a secas, como para ensayar a ver qué pasa, aparentemente dispuestos a cualquier cosa. Aunque esa posición se puede entender —ya mencioné la impaciencia y la rabia— también es necesario advertir sobre sus peligros. Cambiar abruptamente el corazón de la economía y las reglas del comercio, por ejemplo, puede traer consecuencias devastadoras, acaso irreparables, incertidumbres y décadas de atraso. Ese sería un cambio, sin duda, pero uno que agravaría las condiciones de vida de los más vulnerables, que son justamente aquellos a quienes menos les convienen los experimentos extremos. Vale la pena recordar que todo puede ser peor, que no es necesario empezar de cero, que es preferible construir sobre lo que ya hemos logrado, y que no es sensato acabar con lo poco que tenemos para refundar forzados ideales.

Ojalá el año que viene sea un año para mejorar y para avanzar, para tomar buenas decisiones. Ojalá los colombianos encontremos el sosiego necesario para hacerlo. A mis lectores, los mejores deseos y muchas gracias por el tiempo dedicado, tras una pausa necesaria, volveré a estas páginas la tercera semana de enero.

Fotografía tomada de https://www.unsplash.com

Publicado en El Heraldo el jueves 30 de diciembre de 2021