Hace apenas seis décadas se enseñaba –en cuanto curso de Economía se dictaba– que la sociedad humana había vivido varios regímenes de producción, desde el comunismo primitivo, pasando por el esclavismo, el feudalismo y luego el capitalismo. El marxismo dogmático mecanicista predicaba la inevitabilidad de la última fase de la humanidad: el socialismo, como etapa previa al comunismo. Si la historia tenía sentido, los movimientos de izquierda sólo tenían que empujar esa transición. Luego, la crítica de Karl Popper con su Miseria del Historicismo y el libro de Francis Fukuyama sobre el Fin de la Historia sacudieron todos estos pronósticos. Hoy, el socialismo se desmoronó en todo el bloque soviético; China y los países del sudeste asiático mantienen un régimen político socialista combinado con capitalismo en la economía, y los modelos estatizantes de Cuba, Venezuela y Corea del Norte se encuentran sumergidos en grandes problemas. Por lo menos Cuba ya empezó a sacudirse con su acercamiento a Estados Unidos.

Pero lo anterior no puede llevarnos a pensar que el capitalismo, con todos sus desastres, régimen de producción con apenas tres siglos, tiene que ser eterno, como predica el neoliberalismo. Por eso, la mejor respuesta hoy sobre qué sigue después del capitalismo, es que no sabemos qué será exactamente, pero que lo que sí sabemos, por el estudio de la historia económica, es que no será eterno. No es el fin de la historia. Por ello, resulta interesante el libro de Paul Mason Post capitalism (Allen Lane, Londres, 2015). El mensaje de Mason es contundente: El fin del capitalismo ya ha comenzado. Este fin no viene por la vía de las insurrecciones proletarias ni por la estatización de los medios de producción. La lógica de Mason, basándose en el mismo Marx, nos lleva a la capacidad que tiene el actual sistema de producir casi en forma libre el bien más importante que existe hoy: la información. Por más que luchen los capitalistas para frenar el progreso, con trabas, normas, patentes y restricciones, la marcha ineluctable de la tecnología irá erosionando y produciendo en forma de costo casi nulo la información. Cada vez surgen formas de economía co-op en los países europeos con el estancamiento que campea, mecanismos y monedas alternas al sistema imperante, que la gente usa para sobrevivir, como se ha visto en Grecia. El software libre va en aumento y la empresa más grande de información –que es Wikipedia– es gratuita, hecha por la misma gente. El internet libre terminará imponiéndose y quienes no entiendan los nuevos tiempos serán arrollados. Copiar y replicar un producto se hace hoy a velocidades inimaginables y la tecnología de impresión 3D revolucionará los procesos manufactureros. A nivel de la educación se viene una gran revolución con la educación en línea, y todo trabajo que no sea creativo, y que sea rutinario, será digitalizado. Un avión hoy, dice Mason, parece igual a los de antes, pero es una gigantesca máquina de información que vuela. Ni qué decir de los nuevos automóviles. Lo triste de esto, es que mientras tanto, nosotros ni siquiera hemos llegado a un capitalismo pleno, seguimos en transición entre la premodernidad y la modernidad, con un sistema político fosilizado e invadido por la lógica pecuniaria. ¿Será que la fuerza de las nuevas ideas nos sacudirá al fin algún día?