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Por Jairo Parada

El pasado 3 de Julio se celebró el día del economista, fecha que pasó inadvertida por nuestros medios de comunicación. Se recuerda el nacimiento de ese precursor de la economía en la Nueva Granada, Pedro Fermín de Vargas, fisiócrata, altamente preocupado por nuestros problemas agrarios en ese tiempo. Quiérase o no, como bien lo recordaba John Maynard Keynes , detrás de cualquier gobernante, siempre están las ideas de algún viejo economista.

Por ello, la profesión ha mantenido siempre su vigencia en medio de las diferentes visiones que los economistas han sostenido. La ciencia económica no es exacta, es una ciencia social y por ello más compleja que cualquier ingeniería o disciplina matemática.

Las ideas económicas que predominan en una sociedad están muy correlacionadas con quienes ejercen el poder político y económico. Las teorías que se enseñan hoy vienen permeadas muchas veces por los intereses corporativos y de las elites interesadas en una eficiencia inspirada en el mercado.

Pero aún así, siempre está la visión contrapuesta de quienes ponen a primar los intereses generales de la población, el bienestar colectivo. Son visiones alternativas, con una lógica mas en función del bienestar general, lo cual obliga a que la visión económica deba ser pluridisciplinaria.

Hoy tenemos una visión ortodoxa pro-mercado de la economía y una visión heterodoxa, que no descarta el mercado, pero busca su regulación y exige un estado más emprendedor y regulador.

A veces ideas erradas se apoderan del pensamiento colectivo de las sociedades y las llevan a impulsar posiciones de política económica que pueden ser una receta para el desastre. Un ejemplo de lo anterior es lo que está ocurriendo con el debate económico en Europa y Estados Unidos. Las fórmulas de excesiva austeridad aplicadas a Grecia, España e Irlanda, se están convirtiendo en una fórmula para explosiones sociales, manifestándose en movimientos como el de los “Indignados”.

El problema es que los electores creen, equivocadamente, que con más paquetes ortodoxos resolverán los problemas. Sólo caerán en una mayor recesión. Ya lo vemos con Cameron en la Gran Bretaña. Algo similar pasará con España y Grecia en el futuro. Al votar por los partidos conservadores, sólo profundizarán su frustración y crisis. Estos países están prisioneros del Euro, pero si los alemanes no quieren una catástrofe mayor, les tocará otorgarles amplios créditos para pasar esta etapa difícil. Una quiebra griega puede desencadenar un pánico financiero de incalculables dimensiones.

En Estados Unidos está pasando exactamente lo mismo. Los republicanos están llevando al gobierno conciliador de Obama al borde de la desesperación. En la discusión del límite al endeudamiento público, lo que están pretendiendo es más de fondo: desmontar lo poco que queda en Estados Unidos de las políticas de Roosevelt del New Deal. Con el fantasma del déficit fiscal, olvidado a propósito en la época de Bush, los del Tea Party han aterrorizado a la clase media americana, confundiendo al elector, quien ignora, que el gobierno federal, siendo emisor de dinero soberano, no puede en sentido estricto caer en insolvencia (default).

El estado, cuando tiene dinero soberano, es el único agente económico que puede gastar más de lo que recibe por largo tiempo. Si tiene un sólido sistema fiscal, siempre puede hacer que su dinero circule. Esto lo enseñó Keynes desde los años 30 del siglo pasado. Las ideas erradas nos pueden llevar al desastre, a una nueva recesión.