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PARA EVITAR CONFUNDIRNOS

Por: Hernando Baquero Latorre

Avancemos juntos, sin dejarnos confundir, por la anhelada meta: vacunarnos todos en el menor tiempo posible.

Sigue avanzado en el país el plan nacional de vacunación contra la covid-19. A los esperados retos logísticos de una tarea tan compleja, se le han agregado situaciones externas que pueden confundir a la ciudadanía, disminuyendo su confianza en la anhelada vacuna. Me referiré a cuatro de ellas con la intención de transmitir mensajes claros a mis lectores para que me ayuden a masificarlos como aporte a la retadora misión.

Las vacunas que estamos usando han pasado por rigurosos estudios que incluyen los ensayos clínicos aleatorizados fase 3. En ellos, y bajo condiciones controladas, a un grupo de sujetos se les administró la vacuna y a otro un placebo. La asignación a cada participante se hizo al azar y el diseño de cada protocolo definió en qué tiempo se verificaría quiénes habían desarrollado alguna forma de la enfermedad (para cada producto esta definición fue diferente). Basado en el número de sujetos que cumplieron la definición de caso, se calculó la eficacia de cada medicamento estudiado. Ninguno de los productos hoy disponibles logró prevenir todas las infecciones, su gran éxito fue evitar los cuadros severos y la mortalidad. Queda claro entonces que, aún vacunados, existe la posibilidad de infectarnos.

Nuestro complejo sistema inmune necesita tiempo para responder de manera adecuada a la aplicación de las vacunas. Las investigaciones realizadas, previas a la autorización de uso de emergencia de los productos disponibles, mostraron que solo después de pasar semanas desde la finalización del esquema de vacunación (en productos de una o dos dosis) nuestras defensas alcanzan los prometidos niveles protectores. Existen ya reportes en la literatura científica que muestran que la gente vacunada se está infectando antes de completar su esquema con mayor frecuencia que la reportada en los estudios previos. Lo anterior podría estar asociado con una disminución inmediata en el apego a las normas de bioseguridad. Insisto, vacunarse no induce a la inmunidad inmediata. En una situación de alto contagio comunitario como la que aún enfrentamos, es imperativo seguir cumpliendo con todas las medidas que han demostrado ser efectivas para evitar infectarnos.

Todos los medicamentos, incluidas las vacunas, una vez reciben aprobación para uso general son incluidos en los procesos de farmacovigilancia buscando garantizar que su uso sea seguro y racional. Con corte a la fecha en la que escribo esta columna, en el mundo se han aplicado casi 300 millones de dosis y si bien se han reportado reacciones adversas, como alergias severas, la información clínico-patológica disponible no ha encontrado ninguna evidencia de que la vacunación haya contribuido con la muerte de algún paciente. Puedo entonces afirmar con contundencia que las vacunas usadas han mostrado hasta ahora ser seguras.

Con casi un millón trescientas mil vacunas aplicadas en el país hasta hoy, se han denunciado cinco casos de “inoculaciones fallidas”, por lo que a mi juicio son errores humanos involuntarios atribuibles a una cadena de pasos complejos y estresantes. No pretendo justificar las equivocaciones, de hecho, como miembro de equipo de salud presento excusas a los pacientes y a sus familias; solo pido que, antes de condenar como “delincuentes” a esas vacunadoras, se valore en contexto las angustias y tensiones a las que ellas están sometidas durante sus extenuantes jornadas de trabajo.

Avancemos juntos, sin dejarnos confundir, por la anhelada meta: vacunarnos todos en el menor tiempo posible.