En esta nueva sección de publicaciones del Observatorio podrán encontrar análisis inéditos que buscan aportar a la generación de conocimiento en torno a temas económicos enfocados en la región Caribe.
Por: Carla Yinella Gómez Solano
En un país tan diverso como Colombia, las inequidades en género y la ubicación geográfica se entrelazan de manera compleja, dando forma a las realidades cotidianas de millones de personas. Estas desigualdades, en algunos casos evidentes, impactan profundamente en la calidad de vida y las oportunidades disponibles para diferentes segmentos de la población. En este blog, exploraremos a fondo estas inequidades, examinando cómo se entrelazan para moldear las experiencias de vida de millones de colombianos.
Para empezar, se observa que aún existe una disparidad de género en el ámbito laboral colombiano. Una de las consecuencias más notables es la persistente brecha salarial entre hombres y mujeres, lo cual además impacta el agregado de los ingresos. Según Passport Euromonitor International en 2023, las mujeres en Colombia perciben ingresos menores en un 11% comparadas con los hombres a nivel nacional (usted puede navegar en el tablero de visualización).
Este dato se puede constatar fácilmente, ya que en Colombia para el trimestre octubre-diciembre de 2023, los hombres obtuvieron un ingreso laboral mensual promedio de $1,620,000 COP, mientras que las mujeres percibieron $1,440,000 COP (lo cual representa el 11% de brecha entre los ingresos de hombre y mujeres, a favor de los primeros).
A nivel laboral, sería razonable esperar menores disparidades, dado que las mujeres en las últimas décadas han ganado espacios dentro del mercado. Sin embargo, al examinar el ingreso laboral promedio por hora, también se evidencia una diferencia del 2,4%, donde los hombres ganan una media de 9,170 pesos por hora, mientras que las mujeres ganan 8,950 pesos por hora.
Ahora bien, históricamente se ha demostrado que la participación laboral masculina es mayor a la femenina y, aunque este factor por sí solo no debería atribuirse estrictamente a diferencias de género (pues hoy día muchas mujeres eligen no trabajar por decisión propia, y no por restricciones externas de género o discriminación), las estadísticas son contundentes y revelan que claramente existe una disparidad, para ilustrar un poco:
En el trimestre octubre-diciembre de 2023, la participación laboral masculina fue del 76,5%, de los cuales el 70,5% están empleados. En contraste, la participación femenina es del 52,4%, con solo el 46,3% empleadas. Esto significa que, mientras que el 92% de los hombres en la fuerza laboral consiguen empleo, solo el 88% de las mujeres lo logra. Asimismo, el desempleo de las mujeres (11,6%) en comparación con el de los hombres (7,8%) indica un trato desigual en las oportunidades de empleo para las mujeres.
Este fenómeno se manifiesta en distintos rincones del país, aunque con diferentes matices, en ciudades principales como Bogotá D.C. (78.40% hombres frente a 64% mujeres), la brecha persiste, pero ambas partes tienen una participación que superan la del nivel nacional. Mientras que, en ciudades más pequeñas como Valledupar, la situación es aún más desafiante (71.1% hombres frente a 48.4% mujeres), ya que la economía está más restringida y las oportunidades laborales son más limitadas (trimestre octubre-diciembre de 2023).
En otras ciudades de la costa colombiana, como Santa Marta, Montería y Sincelejo, la participación en el mercado laboral también se reduce. Por ejemplo, en Santa Marta la participación laboral masculina es del 74% frente al 49% de las mujeres, en Montería del 75% frente al 54% y en Sincelejo del 72% frente al 48%. Estas disparidades reflejan un panorama similar al de Valledupar. Sin embargo, ciudades como Barranquilla (75% frente al 55%) y Cartagena (75% frente al 55%), por el contrario, muestran una competencia un poco más equitativa con el nivel nacional y otras ciudades principales, sugiriendo una mayor igualdad en el acceso al empleo entre géneros en estas áreas.
El problema se agudiza en las áreas apartadas del centro del país, ya que la ubicación geográfica juega un papel crucial en la determinación de las oportunidades laborales y los ingresos, al menos en Colombia. Según lo documentado por Galvis (2011), existen disparidades de género y una concentración de oportunidades en la región central colombiana. Esta disparidad entre ciudades puede atribuirse a varios factores, como una infraestructura limitada, la falta de inversión en desarrollo económico y la concentración de industrias en áreas urbanas más desarrolladas.
Asimismo, hay quienes argumentan que la falta de acceso a la educación y a programas de capacitación laboral adecuados en estas zonas contribuye a estas diferencias de género. Sin embargo, los datos muestran que, en general, las mujeres en Colombia tienen un mayor nivel educativo alcanzado que los hombres, lo que desafía esta percepción. Ahora bien, si puede haber diferencias regionales importantes: Mientras en Bogotá el 42.7% de las mujeres poseen estudios superiores, en ciudades como Barranquilla, solo el 27.4% lo poseen y es claro que no es la diferencia más extrema con las demás ciudades de la región.
De la misma manera, en Bogotá hay una mayor proporción de mujeres que alcanzaron un nivel educativo superior de posgrado, mientras que en Barranquilla predominan las mujeres que alcanzaron una Educación Media. Esta disparidad podría atribuirse a diferentes niveles de motivación educativa relacionados con la búsqueda de mayores oportunidades y beneficios (pero no es la única variable por considerar en este análisis, ya que los factores socioeconómicos y culturales también pueden influir significativamente en las decisiones educativas de las mujeres en cada región).
De hecho, a pesar de las diferencias entre ciudades, la distribución del nivel educativo demuestra que es mayor la cantidad de mujeres que culminan sus estudios de posgrado que los hombres. Esta tendencia indica un compromiso significativo de las mujeres con su desarrollo académico y profesional, lo que subraya aún más la necesidad de abordar las barreras estructurales que pueden manifestarse como limitaciones invisibles (techos de cristal) pero reales que enfrentan las mujeres en el ascenso hacia posiciones de liderazgo y en la consecución de igualdad de oportunidades en el ámbito laboral. Según Eagly y Carli (2007), algunas de las limitaciones más frecuentes son: discriminación, sesgos de género, estereotipos sociales arraigados, falta de políticas de igualdad de género en las empresas, etc.
Si dejamos de lado la consideración geográfica y la educación, ¿qué otro factor podría estar influyendo en estas diferencias? Un aspecto clave lo encontramos en las tareas de cuidado no remuneradas. En Colombia, como en otros lugares, las mujeres siguen siendo las principales encargadas de las responsabilidades domésticas y de cuidado familiar, lo que repercute en su capacidad para participar plenamente en el mercado laboral. Estas responsabilidades abarcan desde cuidar a niños y personas mayores hasta realizar labores domésticas como cocinar, limpiar y hacer compras.
El trabajo de cuidado no remunerado es una de las dimensiones más críticas de las inequidades de género, puesto que, las responsabilidades recaen desproporcionadamente en mujeres y personas de bajos ingresos, o ambas. Esta labor, invisible en gran medida, sostiene el funcionamiento de los hogares y la sociedad en su conjunto, pero rara vez se valora adecuadamente ni se compensa de manera justa. Por ello, en palabras de Tronto (1993), “sacar el cuidado de las áreas privadas y no remuneradas donde generalmente las mujeres se encargan de él, es absolutamente necesario para hacer que todos en la sociedad reconozcan y asuman su responsabilidad de cuidar”.
Recapitulando, el hecho de que en áreas más apartadas haya menor participación femenina en el mercado laboral se debe, inicialmente, a que en estos lugares la oferta de empleo es limitada y los salarios son insuficientes para cubrir las necesidades básicas, lo que ocasiona que muchas mujeres opten por dedicarse al trabajo doméstico y de cuidado no remunerado en vez de buscar empleo fuera del hogar. Así mismo vale la pena indagar si es posible que en estas zonas apartadas se encuentre una diferencia cultural donde las costumbres indican que las mujeres deben permanecer en casa.
Galvis (2011) sugiere que, al analizar los salarios, se observan diferenciales positivos a favor de los hombres que parecen estar relacionados con características no observables (como la experiencia laboral previa, habilidades específicas, redes de contactos profesionales, percepciones subjetivas de productividad o desempeño, entre otros factores). Estos aspectos podrían influir significativamente en la determinación de los salarios y explicar parcialmente por qué los hombres tienden a recibir compensaciones salariales más altas que las mujeres en algunos contextos laborales. Asumiendo que existen esos diferenciales en favor de los salarios de los hombres, esta diferencia no debería ser tan notoria, especialmente, considerando el aumento en la escolaridad y la participación de las mujeres en el mercado laboral. Sin embargo, sorprendentemente, esta evolución no se refleja en la equiparación de los salarios entre hombres y mujeres.
Como se ha evidenciado, la persistencia de las diferencias de género en el mercado laboral colombiano refleja una compleja red de factores sociales, económicos y culturales que continúan perpetuando la desigualdad. A pesar de los avances en materia de educación y capacitación, las mujeres siguen enfrentando obstáculos significativos para acceder a empleos dignos y bien remunerados. Estos obstáculos incluyen desde la falta de políticas laborales inclusivas hasta la carga desproporcionada de responsabilidades familiares y domésticas que limitan su participación plena en el mercado laboral.
Estas desigualdades no solo afectan el bienestar económico de las mujeres, sino que también socavan el potencial de crecimiento y desarrollo económico del país en su conjunto al desaprovechar el talento y la capacidad productiva de la mitad de su población. Por lo tanto, es fundamental implementar políticas y programas que aborden de manera integral estas barreras sistémicas y promuevan un mercado laboral más equitativo y justo para todas las personas, independientemente de su género.
Referencias
Departamento Administrativo Nacional de Estadística (DANE), 2023.
Empleo y desempleo: https://www.dane.gov.co/index.php/estadisticas-por-tema/mercado-laboral/empleo-y-desempleo
Gran Encuesta Integrada de Hogares (GEIH) 2023. https://www.bing.com/search?pglt=43&q=geih+2023&cvid=a3c91fc2a5d44772bbacac2b0b84b164&gs_lcrp=EgZjaHJvbWUqBggAEAAYQDIGCAAQABhAMgYIARAAGEAyBggCEAAYQDIGCAMQABhAMgYIBBAAGEAyBggFEAAYQDIGCAYQABhAMgYIBxAAGEAyBggIEAAYQNIBCDE2MzFqMGoxqAIAsAIA&FORM=ANNTA1&PC=HCTS
Eagly, A. H., & Carli, L. L. (2007). Gender and Leadership: Rebranding Perspectives on Gender Differences. Harvard Business Review, 85(5), 126-135.
Galvis–Aponte, L. A. (2010). Diferenciales salariales por género y región en Colombia: Una aproximación con regresión por cuantiles. Documentos de Trabajo Sobre Economía Regional y Urbana; No. 131.
Tronto, J. (1993). Moral Boundaries: A Political Argument for an Ethic of Care. Retrieved from:https://www.researchgate.net/publication/342791672_Moral_Boundaries_A_Political_Argument_for_an_Ethic_of_Care
Imagen de la portada tomada de 11 preguntas que debes hacerte antes de tener un segundo hijo | Tendencias 24
Observatorio de Condiciones Socioeconómicas del Caribe Colombiano– OCSA, Universidad del Norte (Barranquilla).