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Territorio, Institucionalidad y Competitividad

A pesar de lo regular o bien que le vaya a nuestros gobernantes en las encuestas, sin duda hay desazón entre lo colombianos por el acontecer nacional, donde asistimos a un reciclaje y fortalecimiento de antiguos grupos ilegales bajo nuevos nombres, donde la extorsión aparece como el impuesto “extralegal” que los nuevos señores imponen sobre los territorios.

Las causas son diversas, pero ello refleja un sistema económico que no ofrece suficientes fuentes de empleo formal, con crecimiento económico, pero con poco desarrollo, con los indicadores mas bajos de América Latina en el tema, sumido en la informalidad y el rebusque. Fácilmente muchas personas caen en el oficio fácil de capturar rentas practicando la depredación sobre sus conciudadanos. Tampoco ayuda la situación general de deterioro de la seguridad del país, con nuevas masacres como la de Santa Rosa de Osos, el avance de la minería ilegal, y un paro judicial de un mes, que le hace a uno preguntarse como puede funcionar un país sin justicia por tanto tiempo, como si fuera irrelevante. Es una situación inconcebible en otras latitudes.

En realidad, si se lee cuidadosamente el libro de Acemoglu y Robinson “El Fracaso de las Naciones”, hay una larga sección donde se desnuda la realidad de nuestro país, precisamente en la década transcurrida, donde lo que vivimos hoy es un resultado sistémico del pasado. Es el resultado de la llamada “dependencia de la trayectoria”.

Al inicio del texto, los autores analizan la ciudad de Nogales, la cual está dividida por la línea fronteriza entre México y Estados Unidos. Con la misma geografía y cultura, los resultados son diametralmente opuestos cuando se compara Nogales (Arizona), con Nogales (Sonora). En la parte norteamericana, los ciudadanos cumplen con sus actividades diarias sin miedo por su vida o por su seguridad, no temen que les arrebaten el fruto de su trabajo, ni se ven obligados a pagar extorsiones, ni son secuestrados. Confían en su gobierno, creen en la rendición de cuentas y sienten que el gobierno es su representante.

En la otra parte de Nogales, el nivel de vida es precario, hay baja cobertura y calidad de la educación, el crimen campea por el territorio, y abrir un negocio es riesgoso. La corrupción engrasa cualquier trámite ante el gobierno local. Por eso, para estos autores, las instituciones pasan a ser claves en el éxito o fracaso en materia de desarrollo de un territorio.

En Colombia, si a nivel nacional percibimos ese deterioro, en nuestro departamento y la ciudad, la situación es bastante similar. Nuestros gobernantes construyen metadiscursos con facilidad. En el pasado, la ciudad era “el mejor vividero del mundo”. Hoy ya pasamos a ser “la capital del TLC”. Estos buenos deseos de infundir optimismo en la gente son explicables. Ahora bien, el examen frío de las cifras en materia de manejo de carga portuaria, aglomeración de actividades industriales con valor agregado y capacidad fiscal de los gobiernos territoriales, genera dudas sobre estas afirmaciones. Pero sí puede haber un liderazgo.

Sin embargo, si la extorsión, el homicidio y el atraco siguen campeando en el territorio de la ciudad y el departamento, mucho me temo que nos pareceremos más a la parte mexicana de Nogales. ¿Habrá así competitividad? ¿Podremos ser líderes del TLC?

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