¿Quiénes protegen los
bosques
secos del
Caribe?
Por María Margarita Mendoza |
Por su nombre se podría pensar que se trata de un desierto, un ecosistema árido con pocas fuentes de agua o vegetación; pero lo cierto es que en el bosque seco tropical colombiano conviven más de 2600 especies de plantas, que van desde lianas, hasta cactus, hierbas y variedades frutales que han aprendido a adaptarse a los extensos meses de sequía. En este periodo muchas pierden todo su follaje, ya que conservan líquido deshaciéndose de sus hojas; y cuando empiezan las primeras lluvias del año, las copas de los árboles reverdecen, convirtiéndose en refugio y alimento para cientos de aves y mamíferos, entre ellos el tití cabeciblanco, un pequeño primate que solo habita en estos bosques. Hace menos de 10 años el bosque seco tropical era el ecosistema más amenazado y más desconocido del país.
Los científicos nacionales sabían que estaba deteriorado, pero la falta de investigación básica sobre su flora y fauna no les permitía determinar su extensión total, las regiones en las que aún se encontraba, o la gravedad del daño causado por la actividad humana. La tala de árboles, incendios forestales, la agricultura intensiva, la cacería de sus mamíferos y la expansión urbana, han sido parte de la razón por las que en Colombia solo existen unas 720 mil hectáreas, de las más de nueve millones que originalmente cubrían el territorio nacional. Es decir, que solo queda el 8% del bosque en pie, y el daño a su vegetación lo ha fragmentado en pequeños parches verdes, distribuidos en seis regiones del país. Siendo el Caribe donde más tiene presencia, ya que se encuentra el 73% de este ecosistema.
Expertos como Marcela Celis, profesora e investigadora del departamento de Química y Biología de la Universidad del Norte, consideran que otra razón para el deterioro ha sido el desconocimiento. “Muchas personas desconocen los ecosistemas propios de la región en la que viven.No saben qué son los bosques secos o su importancia”. Agregó que los fragmentos del bosque seco tropical (BST) están más cerca de lo que parecen, y en ciudades como Barranquilla pueden encontrarse a las afueras, bordeando las carreteras; pero pasan desapercibidos, porque no son entendidos como parte de un sistema natural, sino como maleza, rastrojos o flora seca, por lo que se ignoran muchas de las utilidades que brindan a diario para la subsistencia de personas y otros organismos.
Los investigadores de Uninorte y de la Universidad Libre de Berlín durante una salida de campo a un relicto de bosque seco en Piojó, Atlántico.
Conocer para conservar
Ante la amenaza de seguir perdiendo más hectáreas de bosque, Celis y otros científicos nacionales se han dedicado a estudiarlo y darlo a conocer mejor. Los nuevos datos que han recopilado en menos de 10 años y el interés por compartirlos, ha permitido que el BST dejara de ser el ecosistema más des- conocido del país, aunque aún continúa siendo el más amenazado, seguido por los páramos, ubicados en el interior del país. Uno de los proyectos que permitió obtener más conocimiento, ha sido el Nodo Caribe de la Red de Parcelas Permanentes de Bosque Seco, en el que ella participa en representación de Uninorte, junto a las biólogas Beatriz Salgado y María Cristina Martínez; allí también se encuentran reunidas otras 11 instituciones de la región como la Fundación Proyecto Tití, Fundación Ecosistemas Secos de Colombia, la Universidad del Magdalena y la Universidad del Atlántico.
Celis explicó que esta es una iniciativa creada por el Instituto Alexander von Humboldt, el cual busca que científicos de estas instituciones tengan a su cargo el monitoreo e inventario de plantas presentes en más de 40 parcelas permanentes, que tienen hasta una hectárea de extensión. Dichas parcelas funcionan como una muestra a pequeña escala del bosque seco tropical de la región, y les han permitido a los expertos llevar un estudio cuidadoso del estado de conservación de la flora y las reacciones del ecosistema ante la actividad humana.
Por lo que además del Nodo Caribe, existen otros nodos en las diferentes regiones del país que aún cuentan con fragmentos de BST.
En el caribe las parcelas permanentes llevan poco menos de dos años siendo monitoreadas, pero gracias a la investigación realizada en ellas ya se ha producido un primer artículo de investigación, que revela nueva información sobre el estado de los líquenes en el bosque seco tropical del Atlántico, en particular de reservas ubicadas en Usiacurí y Piojó. Allí fueron encontradas y estudiadas 61 especies, de las cuales cuatro resultaron ser nuevos descubrimientos a nivel mundial; otras 13 han sido reportadas por primera vez en el país, y 37 nunca antes habían sido reportadas en el Departamento.
Lo particular de los líquenes es que son organismos que crecen en la corteza de los árboles, como resultado de la asociación (simbiosis) entre un hongo y un alga. Según Celis, su importancia radica en que son considerados indicadores biológicos de la calidad del aire y de las condiciones aptas de los bosques.
“La variedad de especies de liquen en un bosque nos dice si este es más conservado o no; y haber encontrado estas nuevas especies en el Caribe indica que aquí no había casi estudios que tuvieran que ver con ellos, porque tradicionalmente han sido más estudiados en ecosistemas altoandinos”, manifestó. Ahora el propósito es que continúen realizándose investigaciones en estas parcelas protegidas, y que los resultados permitan ayudar a entender el verdadero estado del bosque seco tropical en la región.
Un ecosistema de interés internacional
La necesidad de conservar los remanentes de bosque seco tropical no solo ha sido entendida por los científicos nacionales, ya que desde 2014 un grupo de investigadores provenientes del Jardín Botánico y la Universidad Libre de Berlín, en Alemania, han estado recorriendo hectáreas de este ecosistema en la región Caribe para estudiar los principales factores ecológicos, geográficos y sociales que enfrenta, y así desarrollar soluciones que protejan sus recursos y biodiversidad.
Para esta tarea, los alemanes participan de un proyecto llamado COL- BIODIV en el que, junto a investigadores de la Universidad del Norte y el Jardín Botánico de Bogotá, exploran la amplia variedad vegetal del ecosistema de bosque seco en el Caribe, mientras que otra línea investigativa se enfoca en los páramos.
Para la fase del Caribe, los expertos nacionales y extranjeros han puesto sus esfuerzos en cuatro líneas investigativas: identificar los organismos pre- sentes en el ecosistema, entender mejor la composición de la vegetación que existe en el BST, comprender el uso que se les ha dado a sus suelos y, finalmente, la relación que se da entre sus pobladores y el entorno natural. Para llevarlo a cabo seleccionaron el corregimiento de El Morro, en Tubará y la reserva natural El Palomar, ambas en el Atlántico, como zonas representativas del bosque en la región.
Las muestras de hojas, tallos, flores y frutos recogidos en salidas de campo en ambas zonas desde 2017, han sido claves para el trabajo de estos investigadores. Por ejemplo, a la bióloga y estudiante doctoral de la Univer- sidad Libre de Berlín, Astrid de Mestier, este material genético le permite detallar las diferencias y parentescos entre la vegetación del BST.
Por el momento ella se enfoca en la familia Capparaceae, a la que pertenecen muchas especies en el bosque seco como el calabacillo, el naranjito, el ají y el níspero de monte. También trabaja con otras de la familia Salica- ceae, que son muy representativas del Caribe, por lo que “pueden ser útiles para trazar la historia de las plantas de la región”, afirmó.
Adaptados a la sequía |
Los bosques secos tropicales en Colombia se caracterizan por crecer en tierras cálidas, donde el promedio de temperatura supera los 25 grados centígrados, y en ciertas épocas del año alcanza los 38. Otro rasgo distintivo son sus escasas precipitaciones anuales, en donde la temporada seca puede extenderse hasta por siete meses. Por esto los animales, árboles y arbustos que los habitan desarrollaron mecanismos de adaptación para sobrevivir a falta de líquido, al calor y a las demás condiciones retadoras del ambiente. |
Por su parte el biólogo Óscar Rojas, quien es estudiante doctoral y profesor de la Universidad del Norte, se ha interesado en investigar las estrategias que utiliza el bosque seco deteriorado para recuperarse, en particular la forma en que las semillas contribuyen a este proceso.
“Estas las analizamos desde la ecología funcional, vemos sus estrategias de dispersión, cómo estas pueden permanecer en el suelo, y buscamos identificar los requerimientos para su germinación; todo esto en bosques con diferentes años de recuperación, lo que permitirá conocer en qué medida las características de las semillas contribuyen a que las plantas puedan establecerse durante la regeneración del ecosistema”, explicó Rojas.
El suelo y la actividad humana
El suelo y los cambios que este sufre a través del tiempo también hablan del estado de los ecosistemas, por lo que otra investigación dentro del proyecto COLBIODIV se enfoca en este aspecto,y está siendo coordinada por el geógrafo y estudiante doctoral alemán Henry Schubert, junto al también geógrafo Andrés Caballero, quien es profesor del departamento de Arquitectura y Urbanismo de Uninorte.
Ambos estudian cómo desde hace 30 años ha venido cambiado el uso del suelo en los terrenos de El Morro, que está inmerso en el eco- sistema de BST. Entre los factores cruciales que se encuentra analizando está el riesgo de erosión en esta zona, entendiendo cómo esto incide en la susceptibilidad del paisaje.
Para ello han recurrido a imágenes satelitales, mapas y un estudio en muestras de suelo. Schubert incluso ha llevado este material a Berlín, para estudiar los contenidos de nitrato y demás el material orgánico en la tierra del BST atlanticense. “Esto es importante para entender la biodiversidad del bosque seco, porque hay zonas donde hay más nutrientes y componentes del suelo diferentes, unos son más secos y otros más húmedos, y entendiendo esto se puede plantear cuales necesitan un manejo diferente”, dijo el geógrafo.
“Estamos utilizando el suelo como una forma de entender qué es lo que está pasando en el paisaje”, apuntó Andrés Caballero y añadió del 8% de bosque que aún resta en el país, muy pocas hectáreas se encuentran bien conservadas, por lo que analizar cómo el suelo de los relictos ha cambiado por actividades como la agricultura, o la expansión urbana, es un aporte a visibilizar la fragmentación que ha ocurrido en el ecosistema.
Se prevé que esta alianza colaborativa entre instituciones co- lombianas y alemanas que participan de COLBIODIV culminará en 2022, y hasta entonces los científicos de ambos países continuarán profundizando en el conocimiento que se tiene sobre este ecosistema, y generando información y datos que permitan a los tomadores de decisiones y poblaciones aledañas, implementar medidas más apropiadas para la conservación del bosque seco tropical que aún subsiste en el Caribe.