Por Pablo Correa Torres
pablocorreatorres@gmail.comAntes de entrar en el incómodo y poco apetitoso tema de las moscas y la comida, hay un par de cifras que vale la pena tener en mente. La suma de la masa de todos los seres vivos en este planeta ronda las 550 gigatoneladas de carbono (Gt C). Técnicamente esto es lo que está disponible en la cadena alimenticia. De ese montón de toneladas de carbono, un 80% (≈450 Gt C) corresponden a las plantas. Tan solo 2 Gt C corresponde a biomasa animal y la mitad son artrópodos.
Entre ellos, los insectos son los campeones con más de un millón de especies descritas.
Que los humanos hayamos clavado el diente en proteínas, ácidos grasos, vitaminas y minerales en forma de vacas, cerdos, peces y vegetales no significa que los menospreciados insectos no representen un poderoso almacén de comida tanto para nosotros como para los animales de cría. Y ahí es justamente donde el profesor e investigador de Uninorte Rafik Neme y dos estudiantes de la maestría en Ciencias Naturales, Anahí Barros y Cecilia Torres, han puesto el ojo. Específicamente en una familia bastante despreciada por el resto de nosotros: las moscas. Gústenos o no, se estima que el mercado de insectos comestibles, tanto de forma directa como para cría de otros animales, crecerá a 6.300 millones de dólares en 2030 de acuerdo con un informe de la compañía financiera Barclays.
Cecilia Torres, nutricionista y estudiante de la Maestría de Ciencias Naturales de Uninorte, le propuso un desafío: si un problema en nuestras comunidades es la seguridad alimentaria, por qué no buscamos insectos que se puedan comer o sirvan para cría de animales.
El primer objetivo que Rafik y Cecilia se trazaron fue estudiar la mosca soldado desde un punto de vista genómico, es decir, conocer mejor las variaciones de ADN entre algunas poblaciones que habitan en Colombia para, eventualmente, saber cuáles cuentan con características nutricionales más apropiadas.
Rafik Neme
rneme@uninorte.edu.co
Cecilia Torres
ceciliamt@uninorte.edu.co