El mundo se mueve hacia la concepción de modelos de desarrollo urbano sostenibles, donde la naturaleza sea pensada como fuente para suplir las necesidades de confort. Desde Ecocampus, la Universidad del Norte promueve esas prácticas en la formación que imparte a los futuros profesionales.
Son las ciudades, quizás, el ecosistema más importante y grande para el hábitat de los seres humanos. Aunque en algún momento del tiempo, se concibieron como lugares artificiales, renuentes a integrarse con la naturaleza —tal vez influenció la imagen materialista del progreso, o la ilusión de la robótica, la inteligencia artificial y toda la ciencia ficción del cine—, cada vez más apuntan a repensarse desde prácticas de sostenibilidad.
La ciudad ya es entendida como un ecosistema y, a partir de la nueva ecología urbana, se busca que no solo se utilicen los recursos de la naturaleza, sino que de una forma u otra el proceso sea circular con el fin de que se deje de causar un alto impacto en los demás ecosistemas.
Garantizarlo es una responsabilidad colectiva en el manejo de recursos y de las relaciones entre humanos y naturaleza. “Las áreas verdes de las ciudades pueden funcionar también a partir de la generación de los ecoservicios. Estos son los aportes que hacen los ecosistemas y la biodiversidad que contienen para el bienestar humano”, explica Maritza Duque , profesora del departamento de Química y Biología de la Universidad del Norte y coordinadora de Ecocampus, el programa de la institución enfocado en educación ambiental para el reconocimiento del territorio, a través del cual se trabaja en estructurar un campus sustentable y en armonía con el medio ambiente.
Un campus universitario ecológico, sustentable y amigable con el ambiente tiene innumerables ventajas. No solo porque representa el símbolo de lo que significa vivir en un entorno universitario, sino porque cuando se tiene un buen portafolio de iniciativas sustentables los beneficios cobijan a las personas que lo habitan y al medio ambiente de la ciudad misma. En otras palabras: las universidades ecológicas son parte clave de las ciudades verdes.
El área metropolitana de Barranquilla ha desarrollado diferentes cambios en los ecosistemas, que ha llevado a que la ciudad presente un déficit en zonas verdes. El apoyo que hace Ecocampus juega un papel importante porque busca mantener nichos protegidos que maximizan la biodiversidad y permiten la investigación científica además de ayudar al bienestar de los estudiantes.
“El trabajo que desarrollamos es dar ese valor social y ecológico a las áreas verdes. Para reconocer cuáles son esos ecosistemas adyacentes que tenemos en la ciudad, como el bosque seco tropical o el manglar y que se genere una conservación a través de la educación ambiental. No solo hablamos del bienestar humano que se genera, sino también del no humano aplicado en un nuevo concepto: la ecología de la reconciliación, en donde todos tus hábitats antropogénicos que van involucrados por el humano pueden ser modificados para maximizar la biodiversidad. Hay un sabio principio de coexistencia en cómo viven los humanos en el mundo no humano”, explica Javer Herrera, administrador agropecuario, estudiante de la maestría de Ciencias Naturales de la Universidad del Norte y apoyo en la coordinación del programa Ecocampus.
Es desde lo más general, como lo es la ciudad, que se va hasta lo más específico, por ejemplo, las universidades, para definir cómo crear cultura ambiental, generar compromiso ciudadano y líneas de trabajo que permitan una reconciliación entre ciudadanos y naturaleza.
Se entiende a la universidad como un museo vivo, pueden crear laboratorios dentro de ellas, desarrollar actividades de campo y de salón. Hay infografías, señales, que en su conjunto conforman senderos, cuenta también con un observatorio de aves , aula viva y un taller de plantas medicinales.
Por: Estefanía Fajardo
Periodista
estefaniafajardod@gmail.com
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Las áreas verdes de las ciudades pueden funcionar también a partir de la generación de los ecoservicios. Estos son los aportes que hacen los ecosistemas y la biodiversidad que contienen para el bienestar humano”
Maritza Duque
Docente Química y Biología
El papel de las universidades
Las universidades son clave como ejemplo para la ciudadanía, pues ahí se crea el tejido social, movimientos estudiantiles y ambientalistas para la conservación de los ecosistemas. Son lugares y agentes importantes en el proceso de las ciudades verdes.
Óscar Mercado, director del programa de Sustentabilidad de la Universidad Tecnológica Metropolitana, en Chile, dice que el requisito esencial para crear ciudades ecológicas viene de las actitudes de las personas, “de la necesidad de formar generaciones sensibles, comprometidas con la sustentabilidad, que estén dispuestas a dejar de lado muchos males actuales como la comodidad y el consumismo, para vivir de una forma más sencilla, menos demandante de recursos y menos generadora de residuos”. Agrega que “no tendremos ciudades sostenibles mientras mantengamos los modos de producción y consumo insustentables que hoy caracterizan a la sociedad”.
Desde España, David Alba, doctor en Educación Ambiental y profesor e investigador de la Universidad Autónoma de Madrid, habla de la triada conformada por ciudadanos, universidad y sostenibilidad. “La institución educativa puede reducir los problemas de insostenibilidad que nuestra sociedad padece. Y eso se hace transfiriendo paradigmas y tecnologías que no ahonden en la insostenibilidad y, por supuesto, reduciendo su impacto negativo en el entorno”, destaca.
El objetivo es generar conservación, conciencia de los sistemas y reducir los vertimientos que generan en el ambiente. Dar a entender o conectar a los ciudadanos de la universidad con los ecosistemas presentes hace que se cree un vínculo con el territorio.
“Hay una desconexión natural entre los humanos y la naturaleza, quizá por un aspecto cultural. Pero queremos que como agentes de cambio, donde se forman los tomadores de decisiones, alguno haya pasado por una universidad sostenible. El enfoque va representado a nivel local, pero dentro del núcleo universitario son los estudiantes los agentes de cambio que pueden generar nuevos pensamientos”, destaca Herrera.
Hacerlo no implica ideas descabelladas o inversiones extremas, de hecho, son metas establecidas a corto o mediano plazo, pero que requieren un compromiso mayor. Por ejemplo, los techos y las paredes verdes pueden conservar una gran cantidad de especies sin comprometer el uso de la tierra para la sociedad, es decir, podemos convivir con las especies no humanas para que todas estas oportunidades de reserva y restauración ecológica cuando se presente un cambio o colapso en las ciudades puedan reducir la pérdida de la biodiversidad.
“Lo que se busca es mantener la biodiversidad y reducir su pérdida, pero para que sea exitoso depende, en gran medida, de los ciudadanos urbanos. Con modelos de ciencia ciudadana se pueden crear bases de evidencia para determinar que estos pueden contener aves, abejas, murciélagos, iguanas, que presentan servicios de los ecosistemas importantes”, dice Herrera.
Y es cuando entra el concepto de la socioecología, que se refiere a que la ciudad no solo es entendida desde sus límites administrativos. “Estos se imponen, pero no corresponden a unas dinámicas ecológicas. Barranquilla debería ser entendida no solamente desde sus límites administrativos, sino tener en cuenta la Ciénaga de Mallorquín, el bosque seco tropical, la ciudad entendida dentro del territorio”, sostiene Duque.
A través del programa Ecocampus, la Universidad del Norte ofrece educación ambiental a su comunidad y se trabaja en estructurar un campus sustentable en armonía con el medio ambiente.
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