Tres claves para el futuro de la educación que impartimos
El vicerrector académico, Alberto de Castro, comparte una reflexión sobre los retos que enfrenta la universidad en el contexto actual para ofrecer una educación de excelencia.
El debate sobre la educación del futuro está en la agenda de instituciones educativas, del gobierno, la empresa, los líderes, cada sector productivo y de desarrollo y, por supuesto, en el núcleo de cada familia. En Uninorte esa reflexión hace parte de nuestro trabajo diario y motiva a cada uno de los equipos académicos, administrativos, de investigación y extensión.
Esa hoja de ruta del futuro de la educación que impartimos está en constante construcción, porque es participativa, consultiva y dinámica, se alimenta y toma forma gracias a la ciencia y la investigación que hacemos con excelencia. Para esa construcción colectiva, quiero proponerles tres ideas centrales en las que, estoy seguro, todos podemos contribuir con nuestros conocimientos, experiencia y visión.
¡Avancemos juntos hacia la educación del futuro, un futuro que ya es hoy!
1. Interdisciplinariedad académica e investigativa, con el objetivo de desarrollar propuestas educativas que integren la ciencia (humanas, administrativas, STEM, sociales, naturales, etc.) con desarrollos tecnológicos actuales, como la inteligencia artificial.
La educación de hoy tiene el reto de hacer frente a las nuevas propuestas tecnológicas que avanzan de manera acelerada y desafían pedagogías tradicionales que han sido eficaces por mucho tiempo. Los profesores e instituciones educativas tenemos que aprender a integrar este tipo de tecnologías en el desarrollo del pensamiento sistemático, lógico y crítico de los estudiantes, que en gran parte es la base de este reto.
La buena noticia es que hay diversas formas de hacerlo, que a su vez exigen mucho esfuerzo, trabajo coherente y colaborativo entre distintas áreas, y focalización de manera muy comprometida, principalmente en el ejercicio de la ética, que, si bien ha sido siempre una prioridad, nunca antes había sido tan urgente y necesario integrarlo explícitamente al proceso educativo.
Es apremiante e indispensable que la educación le muestre a profesores y estudiantes el valor agregado que nace del elemento humano (cognitivo-afectivo), que éticamente está tanto en la base de cualquier desarrollo tecnológico, como en su uso en el proceso educativo mismo.
Esto implica poder realizar procesos investigativos conjuntos, no en detrimento de los desarrollos por disciplinas, pero sí dando cabida amplia al trabajo interdisciplinario en que la educación se desarrolle alrededor de grandes temáticas prioritarias que obliguen, faciliten y permitan a los investigadores y profesores pensar alrededor de procesos, temas, dilemas y conflictos que inviten a buscar soluciones reales de manera contextualizada y permanente.
2. Rutas flexibles con coherencia académica que atiendan necesidades puntuales de estudiantes actuales y prospectos.
El mundo exige adaptar, en algún grado significativo y sin perder coherencia académica y conceptual, la oferta educativa a necesidades casi particulares. De esta forma, antes que ofrecer programas aislados, especialmente en posgrados, debemos ofrecer rutas amplias de formación, con algún grado de flexibilidad que permita al estudiante poder hacer énfasis a partir de sus intereses o necesidades particulares.
Esto implica integrar procesos académicos de pregrado y posgrado, así como articular procesos de educación formal y no formal de manera clara, sencilla y amplia. De esta manera, un estudiante podría desarrollar su formación con concentraciones temáticas, necesidades y dilemas algo particulares, en períodos de tiempo que necesariamente no serán homogéneos.
3. Contextualización de la educación en las necesidades personales y profesionales para desarrollar competencias sólidas y pertinentes.
Este reto nos impone una relación muy fluida y dialógica con los sectores público y privado, para poder responder de manera constante a los cambios y necesidades laborales y del entorno. El mundo actual exige aplicar el conocimiento en distintos contextos que superan los límites tradicionales de las disciplinas. Ello demanda también el desarrollo de procesos investigativos que permitan contextualizar y poner en perspectiva el conocimiento, de forma apropiada y pertinente. Una educación de calidad dependerá significativamente de la posibilidad de que se integre con el desarrollo investigativo.
El otro aspecto a abordar es el entendimiento apropiado de las necesidades de los jóvenes, pues las fronteras entre educación y salud mental se han diluido considerablemente, arrojando una correlación alta y retadora. Si bien nunca antes ambas dimensiones habían existido o funcionado por separado, la asumíamos en la educación de manera implícita.
Hoy sabemos, y tenemos muy claro, que un estudiante no podrá rendir académicamente si no es capaz de saber gestionar sus emociones. Por ejemplo, para atender problemas de déficit de atención, que vale decir tienen una alta prevalencia, simultáneamente debemos ayudar al joven a enfrentar la ansiedad que esta condición genera socialmente. Todo ello en el mismo salón de clase o espacio de formación.
Sé que en estos momentos de incertidumbre e inseguridad que se vive de manera generalizada en el país y a nivel mundial, estos retos pueden parecer grandes, y de hecho lo son, pero también quiero recordar nuestra capacidad colectiva para hacer frente a estos restos, que nos ha permitido hacer desarrollos investigativos y educar con alta calidad. La educación es uno de los grandes retos en nuestra sociedad. Si logramos mantener la coherencia en nuestra oferta, al tiempo que logramos actualizarla apropiada y flexiblemente tendremos mucho que ofrecer y aportar.
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