La naturaleza se toma el salón de clases con ‘Hibrídate’

“Hibrídate es una invitación a pensar más allá del individuo y de la especie humana”, afirmó Henar Lanza, profesora e investigadora del departamento de Filosofía y Humanidades, quien ideó esta práctica pedagógica como una forma para romper el hielo en el curso de Introducción a la filosofía, una asignatura de formación básica para estudiantes de todas las carreras y semestres. 

Para la actividad, cada estudiante eligió una especie viva, animal o vegetal, con la que le gustaría hibridarse. Lanza creó esta nueva experiencia como una forma de adaptarse a las circunstancias: era la primera vez que todas las personas del curso no estaban en el mismo salón de clase. “Pensé que quizá nadie se animaría, pero mi sorpresa fue que a través de sus híbridos conocí más de cada estudiante, sin ni siquiera haberlos visto o escuchado, que en todo un curso presencial”, dijo la docente. 

Este ejercicio de presentación es también una inmersión práctica en el problema que se está tratando desde las humanidades ecológicas que trabaja Lanza: ¿cómo debemos vivir para no contribuir a la extinción de nuestra propia especie y de otras especies? La finalidad, manifestó la profesora, es diluir el límite entre nuestra especie y las demás especies, que todas estuvieran al mismo nivel, dejar atrás el pensamiento antropocéntrico que “nos ha conducido al Antropoceno y poner rumbo el Ecoceno”. 

El formato era libre, los alumnos podían dibujar, fotografiar, escribir o cualquier otra expresión. Algunos, como Selannys Santiago Morales, estudiante de noveno semestre de Ingeniería Industrial, decidieron escribir un fragmento y acompañarlo con un diseño. Ella escogió hibridarse con un azulejo, según cuenta, por la inquietud de sentirse encerrada y por la ilusión que le creó ver a un ser en las condiciones que deseas estar: libre. 

“Después de cinco meses de cuarentena pude salir de casa a hacer algunos compromisos que tenía. No había tenido la oportunidad de salir antes, así que aproveché y fui a un lugar al que solía ir muy de seguido y vi un azulejo, Thraupis episcopus. Y definitivamente quise ser como él”, dice un fragmento del texto. 

Para Selannys, la actividad fue muy refrescante y sirvió como un escape. “Tener la posibilidad de pensarse como algo más o combinado me hizo dar cuenta de las propias características que cada ser tiene. Sin las alas del azulejo no podría pensarme más allá, no podría pensarme volando”, expresó. 

Otros, como Marisell Atencio Amell, prefirieron centrarse en el texto. La estudiante de sexto semestre de Música, en una decisión kafkiana, optó por la cucaracha como el animal con el que quería hibridarse. “Son muchas veces repudiadas por su aspecto físico (algo que me parece curioso, porque ¿qué es lo que determina que sea menos estéticamente agradable que otros insectos? ¿El color, las antenas, las patas peludas?). Me recuerda que la belleza es subjetiva pero estandarizada”, reza un fragmento del texto de la joven de 18 años. 

Atencio contó que no se considera una “amante de los animales” y por eso eligió una especie que le disgustaba y, de esta forma, hacer un ejercicio de racionalización de ese disgusto. Describió la actividad como enriquecedora, inquietante y reflexiva. 

“Todo este concepto de descentralizarse como especie humana y comenzar a pensar en otros seres vivos como parte de nosotros me resulta interesante, porque es una actividad que invita a salirse de esa ilusión de ‘conquistadores del mundo’ y apreciar nuestra relación con las otras especies que habitan este mismo planeta del que nos creemos dueños”, cerró. 

Por Leonardo Carvajalino