El papel de los grupos estudiantiles en la transición ecosocial

Jorge Ortega Marcos, investigador de la Universidad Autónoma de Madrid, habló con Ecocampus, en la Cátedra Europa, sobre el papel de este tipo de asociaciones para generar cambios ecosociales ante las limitaciones de un sistema estructural.

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27 oct 2020

¿Qué propuestas ecosociales pueden hacer las asociaciones estudiantiles desde las universidades para promover un cambio? Desde la experiencia de Jorge Ortega Marcos, investigador de la Universidad Autónoma de Madrid, profesional en ciencias ambientales, magíster en agroecología y desarrollo Rural, uno de los ejes fundamentales de este tipo de grupos son las relaciones, porque a través de ellas pueden recuperar espacios comunes y construir redes para generar formas de acción.

Ortega fue uno de los invitados a la sesión virtual ‘Ecocampus: el papel de los movimientos sociales en la protección de la naturaleza’, moderada el 22 de octubre por Maritza Duque, docente del departamento de Química y Biología y directora de Ecocampus, en el marco de la Cátedra Europa 2020.

“Estamos en un momento de cambio global, en el que el consumo de materiales ha tenido un aumento sin precedentes en la historia del planeta, lo que supone un cambio con la superación de límites biofísicos. El más conocido es el cambio climático, pero hay otros de gran relevancia, como la pérdida de biodiversidad o la superación de niveles biofísicos de nitrógeno y fósforo que amenaza a los agroecosistemas del mundo”, advirtió el conferencista.

El papel de las asociaciones estudiantiles está enmarcado en los 17 ODS de la ONU, como la protección del planeta desde las comunidades. Sin embargo, los objetivos deben ser mirados de forma transversal, como el hambre, pobreza, acceso a la educación, prosperidad y la paz, y estar presentes en toda propuesta de los grupos estudiantiles.

“De esta manera quiero repensar la idea de desarrollo, porque ha creado dicotomías perversas como que la sociedad se encuentra por encima de la naturaleza, y no nos ha hecho ver que somos parte de ella. O que el individuo está por encima de la comunidad, la mente por encima del cuerpo y la razón por encima de las emociones”, señaló Ortega, quien desarrolla investigaciones sobre el análisis de los agroecosistemas en la generación de servicios de estos para el bienestar humano.

En ese sentido, cree que el papel de una transición ecosocial debe basarse en tres pilares fundamentales: la gestión sustentable de la naturaleza, que ayuda a reconectarnos con las formas y manejos tradicionales vinculados con la tierra. La cooperación, basada en procesos de solidaridad, pero también con un arraigo con la naturaleza y no vernos como un elemento aislado de ella. Y la participación, que engloba las relaciones de poder y los mecanismos de toma de decisiones.

En Uninorte se da muestra de ello a través de los grupos estudiantiles como Faunáticos, Felinorte y Green Generation, cuyas actividades promueven la conservación del bosque seco tropical y las especies de flora y fauna que se encuentran en el campus. Hay diferentes propuestas, como son los huertos comunitarios o los grupos de consumo. Pero ¿cómo afrontar el cambio ante un sistema estructural y el creer que se tiene poca capacidad de cambio?

“Las asociaciones estudiantiles deben ser pensadas como el arte kintsugi, práctica japonesa que repara fracturas de cerámicas con resina. La ruptura forma parte de la historia del objeto y debe mostrarse en vez de ocultarse. Vivimos en un sistema fragmentado, cada grupo de personas se encuentra aislada, químicos en sus laboratorios, agricultores en su finca, los biólogos con sus plantas y animales. Plantearnos las asociaciones estudiantiles como esa resina de oro que pueda unir este sistema fragmentado y podamos reconectarnos entre nosotros, allí surge la riqueza de las asociaciones”, concluyó Ortega.

Por José Luis Rodríguez R.

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