Deliberar nos puede ayudar a superar la polarización
La profesora Angélica Rodríguez, de Ciencia Política y Relaciones Internacionales, comparte una reflexión sobre la coyuntura política que se vive a nivel mundial en la democracia de Occidente, con posiciones enfrentadas en los extremos.
En el marco de un sistema democrático, la polarización política da cuenta del grado de división de la opinión pública en dos polos opuestos. En la medida que aumenta la distancia entre ellos, se incrementan las posturas aparentemente irreconciliables y se dificulta la posibilidad de alcanzar acuerdos que permitan adelantar reformas sociales.
La elección de Gustavo Petro y gran parte de su mandato ha estado marcado por un escenario ampliamente polarizado. Esta afirmación encuentra respaldo en los datos del 2023 Edelman Trust Barometer (ETB). El reporte LATAM, que realizó encuestas en línea a más de 32 000 participantes en 28 Estados (4 de ellos latinoamericanos: Argentina, Brasil, Colombia y México), concluyó que mundialmente la polarización social ha incrementado en comparación con mediciones anteriores.
Frente a la pregunta de si hay más divisiones hoy que en el pasado, en 15 de los 28 Estados los encuestados manifestaron estar de acuerdo con la afirmación que dice “Nuestro país está más dividido hoy que antes”. En el caso colombiano, el 51 % de los encuestados estuvo de acuerdo con la afirmación, ubicándonos en la categoría de Estado severamente polarizado. Esto genera una alerta, porque la polarización es más severa cuando las divisiones están más arraigadas, es decir, cuando los ciudadanos no creen que las divisiones puedan ser superadas.
En este marco, la deliberación puede promover acercamientos y ayudar a destrabar las relaciones entre los actores políticos y sociales. ¿Cómo? No hay que olvidar que la deliberación es una forma de cooperación política que tiene por objetivo alcanzar acuerdos mínimos para tomar decisiones conjuntas. Esto se logra mediante el intercambio de argumentos y justificaciones, sobre todo en contextos polarizados o fragmentados en los que las partes tienen posiciones contrapuestas sobre qué hacer y cómo actuar para resolver un desafío colectivo.
Las ventajas de la deliberación se derivan de la obtención de acuerdos básicos que nos permiten avanzar sobre temas complejos, de la posibilidad de resolver pacíficamente los conflictos, de desarrollar un ejercicio en el que se puede separar la persona del problema, permitiendo diálogos posteriores sin deteriorar la relación personal y; tal vez uno de los mayores beneficios recae en la posibilidad de que las partes cambien de posturas gracias al acceso a la información y a la fortaleza del mejor argumento.
La deliberación requiere seguir las seis normas propuestas por Jürgen Habermas en su Teoría de la Acción Comunicativa:
- Garantizar la participación abierta, que todos los que deliberen tengan la posibilidad de hablar sin ser interrumpidos o de permanecer en silencio porque hay un entorno seguro que lo permite.
- Expresar razonamientos justificados, lo que requiere la preparación de argumentos y evitar que se imponga la voz del más fuerte.
- Propugnar por el bien común, en búsqueda de beneficios para todos o para la mayoría y no para un grupo o partido específico.
- Respetar los argumentos y contrargumentos. No delibera mejor quien más levanta la voz, quien lanza más improperios o minimiza las intervenciones de los otros, sino quien es capaz de ser tolerante y empático frente a posturas plurales y distintas a la suya.
- Asegurar la autenticidad de la discusión, mediante la expresión de argumentos veraces y absteniéndose de legitimar exclusivamente la posición propia.
- Obtener resultados, a través de consensos motivados racionalmente.
A partir del reconocimiento de que el diálogo es una alternativa poderosa para gestionar la polarización, es importante establecer algunos lineamientos que no nos dejen hablando por hablar o que queden inconclusos, sino que metodológicamente nos orienten hacia el logro de resultados. En primer lugar, se debe reconocer el problema o elemento que genera la tensión y crea divisiones entre las partes. Se delibera justamente sobre lo que nos distancia, con miras a establecer puentes que impidan una mayor fragmentación.
Igualmente, debe haber un reconocimiento de que se delibera entre iguales y no entre enemigos. Debe haber un reconocimiento de que la diversidad de posturas y de voces es necesaria y todas merecen ser escuchadas sin deslegitimarlas.
Asimismo, se debe ejercer una escucha activa. El ejercicio no solo consiste en expresar los argumentos propios y pretender que los demás los tengan en cuenta, sino en tener la disposición de considerar los argumentos de los otros con el mismo nivel de atención con el que queremos que se observen los nuestros. Para que esto ocurra, es indispensable generar confianza para que los participantes se sientan respetados, valorados y centren los intercambios en los argumentos y no en aspectos personales de quienes hacen parte de la interacción.
Es relevante ser conscientes de que la práctica deliberativa no es abstracta ni genérica, sino que debe seguir una hoja de ruta concreta y limitada, que plantee punto por punto los elementos priorizados sobre los que se busca discutir y que permita ir abordando un desafío a la vez.
Finalmente, el proceso deliberativo está encaminado al logro de acuerdos mínimos que sin desconocer las diferencias reconozcan a su vez que hay caminos racionales y alejados de la violencia física, verbal o de cualquier índole, que permiten el restablecimiento y el descongelamiento de las relaciones políticas y sociales.
En Colombia, los ejercicios deliberativos que involucran a los ciudadanos nos han mostrado la necesidad de mejorar el diálogo basado en argumentos. Aunque las élites deben dar ejemplo de cómo se debe debatir, no estamos presenciando necesariamente una mejor deliberación política en ese nivel. Esperemos que un ejercicio deliberativo más cualificado nos permita reducir la polarización y avanzar en las reformas que están pendientes.
*Profesora e investigadora del Dpto. de Ciencia Política y Relaciones Internacionales.
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