Arcelio Blanco y su compromiso con la enseñanza en la educación médica
Desde su nombramiento en 1981 hasta su distinción como profesor emérito, el docente del Departamento de Medicina ha inspirado a generaciones de médicos con su dedicación. Comparte su filosofía de enseñanza centrada en estimular la curiosidad.
Con una vida dedicada al servicio de la medicina y la enseñanza, Arcelio Blanco Núñez, profesor del Departamento de Medicina de la Universidad del Norte, ha dejado una huella perdurable en la educación médica de la institución, consolidándose como un referente en el ámbito universitario y hospitalario. Desde su nombramiento en 1981 como docente de medio tiempo de Uninorte, hasta su distinción como Profesor Emérito, ha inspirado a generaciones de médicos con su pasión y dedicación.
Tras graduarse en 1973 como médico y cirujano de la Universidad de Cartagena, sus primeros pasos como docente se gestaron en el Hospital de Barranquilla, donde recibió a estudiantes de pregrado en el área de medicina interna. Este periodo marcó el inicio de su compromiso con la enseñanza, sembrando las semillas de lo que se convertiría en una carrera distinguida en la academia.
“Disfruto del arte de enseñar, donde encuentro entre la ciencia, la metáfora y la anécdota relacionada con lo que se está enseñando, un modo de mantener la atención de los estudiantes, sazonando el arte de enseñar con los conocimientos históricos generales”, explica el profesor Arcelio.
Después de completar su especialización en Medicina Interna y el entrenamiento de Neumología en la Universidad del Valle, regresó a Barranquilla como docente de Fisiología Respiratoria en la Universidad Libre y como profesor de Medicina Interna en el Hospital de Barranquilla. Sin embargo, su trayectoria dio un giro trascendental en septiembre de 1979, cuando se unió al equipo de médicos pioneros que inauguraron el Hospital Universitario de Barranquilla, marcando el inicio de una era de docencia e innovación médica en la región.
Posteriormente, el compromiso de Arcelio con la educación médica se profundizó aún más cuando fue contratado por la Universidad del Norte en 1981 y su influencia se extiende más allá del aula, habiendo sido mentor de numerosos decanos, jefes de departamentos y directores de hospitales vinculados a la universidad.
“Enseño en ambientes reales de desempeño de los futuros médicos y médicos de posgrado, siempre preguntando ‘por qué’, y tratando de llevarlos hasta el conocimiento primigenio del mal que tratamos, tal como me enseñaron a mí”, recalca el docente, seguido de una sonrisa.
Arcelio Blanco no solo ha dejado su huella en la educación médica, sino que también ha recibido numerosos reconocimientos por su dedicación y excelencia profesional. Desde ser galardonado como Mejor Médico Interno en 1973, recibir en 1995 la Medalla conmemorativa a la Excelencia Académica - Jaime Caballero Corvacho hasta ganar en 2014 el Premio a la Excelencia Profesional Categoría Medicina, del Club Rotario Barranquilla, su legado es un testimonio vivo de su compromiso con la calidad y la innovación en la medicina y la enseñanza.
Su contribución como jefe de la unidad de cuidados intensivos en varios hospitales y su liderazgo en diversas sociedades médicas, como la Asociación Colombiana de Medicina Crítica y Cuidados Intensivos, en el que es miembro fundador, también reflejan su compromiso con la excelencia en la práctica clínica y la investigación.
“Después de estas correrías académicas, administrativas, científicas y asistenciales, creo que me merezco un reposo al final del camino. Por eso ahora disfruto de enseñar”, enfatiza el educador, señalando que "el mayor desafío de la docencia hoy es lograr mantener el interés y la atención en lo que se está enseñando", pero reconoce que, si bien los profesores pueden intentar enseñar, es responsabilidad del estudiante cultivar su propio interés en el aprendizaje. Su consejo radica en estimular la curiosidad del aprendiz, mostrándole las posibilidades que el conocimiento puede brindar en la construcción de su propio futuro.
Además, revela haber encontrado un equilibrio entre su pasión por la medicina y su amor por la fotografía, utilizando esta última como un medio para redescubrir la belleza de la naturaleza. Su afición por la observación de aves y paisajes lo ha llevado a explorar el mundo a través del lente de su cámara.
En sus reflexiones finales, Arcelio Blanco Núñez desestima la idea de que la docencia pueda ser aprendida como una profesión convencional. Para él, enseñar es una vocación que requiere una pasión genuina por transmitir conocimiento y un disfrute intrínseco en el proceso educativo. Aboga por una enseñanza auténtica y comprometida que guíe a los estudiantes hacia un entendimiento más profundo y realista de su profesión.
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