Catherine Juvinao
Egresada del programa de Comunicación Social y Periodismo (2005)
Veeduría ciudadana #TrabajenVagos
Panelista en La Luciérnaga de Caracol Radio
@CathyJuvinao
Egresada del programa de Comunicación Social y Periodismo (2005)
Veeduría ciudadana #TrabajenVagos
Panelista en La Luciérnaga de Caracol Radio
@CathyJuvinao
El triunfo de los corruptos es hacernos creer que Colombia no tiene arreglo.
Que esto no lo cambie nadie ni nada. Que los esfuerzos que hagamos se quedarán siempre cortos y, entonces, para qué actuar. Cada que un colombiano suelta esta frase ellos ganan, porque saben que nos han congelado lo más importante que es la esperanza, esa fuerza que moviliza, que saca a las calles y que invita a soñar. Y aunque se han salido con la suya por décadas, el pasado 27 de octubre algo distinto pasó.
En las pasadas elecciones locales se asomó, de forma inesperada para muchos, un voto de clase media urbana, independiente y contundente. Lo que en ciencia política se denomina un “voto sofisticado”, esto es, un voto informado, no amarrado a estructuras clientelistas, que se toma la libertad de redefinirse según las coyunturas y que por ende es difícil de predecir. Es un voto que se consolida en la medida en que se ensanchan las clases medias y penetra masivamente el internet y las nuevas tecnologías.
El pueblo habló. Un grupo variopinto de candidatos independientes y outsiders le ganó a maquinarias y clases políticas tradicionales regionales, algunos con solo un megáfono, otros con discurso de minorías y derechos, la mayoría con poco presupuesto y todos, en común, con la promesa Sin prisa pero sin pausa de renovar las formas de hacer política y de gobernar. Ciudades como Bogotá, Medellín, Santa Marta, Cartagena Villavicencio, Manizales, Bucaramanga, Cúcuta, Buenaventura; departamentos como Magdalena y Boyacá, y municipios como Palmira, Turbaco, Facatativá y Caucasia, entre muchos otros, son apenas la muestra.
Esta reconfiguración del poder local, empujada por aires ciudadanos de corte ético, abre un desafío monumental. Estos nuevos líderes deben ahora demostrar que en efecto pueden gobernar mejor, que pueden desterrar las viejas prácticas, que están en capacidad de entender las nuevas conversaciones ciudadanas y que pueden elevar sus niveles de calidad de vida. No será un reto fácil si tenemos en cuenta que muchos de ellos vienen del sector privado sin experiencia en lo público, que otros tantos son muy jóvenes y que no falta uno que otro “deschavetado”. Bien podrían convertir esto en su fortaleza a la hora de producir resultados.
Entre tanto, el papel que jugará la ciudadanía también será crucial, pues la calidad de la participación y de la veeduría impacta el desempeño de las autoridades. Y ahora hablo como mujer Caribe: para nadie es secreto que nuestra región sigue azotada por la compra de votos, la trashumancia, los cacicazgos y las prebendas. Escándalos como el de Aída Merlano no pueden tener lugar. Es inaceptable que los congresistas costeños sean los que más inasisten a las sesiones del Congreso. No se puede normalizar la idea de que conceptos como la “cultura ciudadana” no pegaron por acá.
Así pues, a trabajar. Hoy se asoma la esperanza y esa es la principal derrota de los politiqueros. Mantengámonos activos participando y cooperando, conscientes de nuestros deberes y de nuestros derechos. Colombia está despertando de un profundo sueño y usted, que está leyendo esto, juega un rol fundamental.