Si hay una persona a la que Glennys Parra le agradece todos los días de su vida su exitoso paso por la universidad y los 16 meses que estudió y trabajó en Europa es a su mamá Ledys Nieto. Esta joven de 25 años, egresada del programa de Negocios Internacionales (2017), la señala como la gestora de gran parte de sus alegrías. A ella, sobre todo, le debe haber labrado el camino que la condujo del municipio atlanticense de Soledad a la beca Progreso Combarranquilla.
Doña Ledys ayudó a su hija a trazar un plan de vida desde cuando era solo una adolescente de 13 años, que cursaba octavo grado de secundaria en el Instituto Politécnico Superior Femenino de Soledad.
Para aquella época, Ledys se enteró de una charla sobre oportunidades de estudios que se celebraría en Uninorte. Aunque a su hija aún le faltaban cuatro años para terminar el bachillerato, no dudó en llevarla y con ese evento poner a Glennys a soñar con esa alma máter.
Palabras de la mamá
Acostumbrada a leer y a buscar oportunidades, Ledys aplazó sus estudios universitarios para dedicarse por completo a la crianza y educación de Glennys y su hija menor Clara Lucía. Tanto tiempo les dedicó que solo ahora que ambas superan los 20 años, ha vuelto a la universidad a estudiar Literatura. Y como parte de la educación que les impartió, les enseñó a pensar a largo plazo y a prepararse con tiempo para lograr sus metas.
Por eso, Glennys define su beca como el resultado de un proceso de preparación mental de casi cuatro años en el que participó toda su familia: además de su mamá, su papá Roberto y su hermana menor Clara Lucía.
- "Mi mamá me decía: lucha, piensa en que tú serás una beneficiaria en 2012, imagínate caminando en estos pasillos. Fue chévere porque empecé a verme caminando por aquí, a sentirme como estudiante, dice casi una década después, desde el café Du Nord de Uninorte y ya como egresada".
Después de aquella reunión, madre e hija salieron de la universidad con la certeza de que comenzaba para ambas un plan de trabajo que debía dar sus frutos cuatro años más tarde, cuando a Glennys le llegara la hora de iniciar su vida universitaria.
Lo primero que hicieron fue visualizar la beca, transformando el aviso que Uninorte publica todos los años en El Heraldo con los nombres de los becarios. Pegaron una fotografía de Glennys encima de la de una de las becarias y ubicaron el aviso en un lugar visible de la casa en el soledeño barrio Hipódromo. Así, los años restantes de su bachillerato, Glennys lo vería a diario y no olvidaría que en su hogar todos estaban apoyándola para lograr esa meta.
Esa misma técnica la familia Parra Nieto la usó con su hija menor Clara Lucía, antes de que iniciara su proceso de postulación también a la beca Progreso Combarranquilla, por la que también estudia Negocios Internacionales en Uninorte.
Visualizada la beca de Glennys, lo que siguió después fue una ardua preparación académica para los exámenes estatales del Icfes, claves en la postulación a cualquier universidad y beca en Colombia.
La vida en Uninorte
El primer día de clases en la U Glennys jamás lo olvidará. Fue el 19 de enero de 2012, fecha de su cumpleaños número 17. Sus nuevos compañeros dedicaron unos minutos de la inducción para desearle un feliz onomástico. Desde ese momento supo que su vida en la universidad sería una feliz aventura.
De aquellos días como estudiante de primer semestre de Negocios Internacionales, especialmente, recuerda el impacto que le causó la infraestructura de la que sería su alma mater los cinco años siguientes. De los salones sin aire acondicionado y con abanicos de techo que poco refrescaban en la escuela pública en Soledad, pasó a aulas climatizadas, con conexión inalámbrica a internet y video beam.
- "Uno aquí valora todo. No es solamente sentarte en la silla a sacar buenas notas y ya. Uno valora cada cosa que le dan, a cada profesor. Más yo que venía de estudiar en un colegio, donde algunas compañeras llegaban a clases sin desayuno o sin almuerzo".
Desde el primer semestre Glennys tuvo un rendimiento académico sobresaliente, a pesar de algunas materias que le costaron trabajo y por las que necesitó tutorías de compañeros en semestres más avanzados.
- "Lo chévere de la Norte es que desde el primer día te acoge de una manera impresionante. Te dicen: No tengas miedo, que aquí hay un Centro para el Éxito Estudiantil. Si no te va muy bien en cálculo, van a haber monitores apoyándote. Si te encanta el deporte, aquí hay un repertorio de opciones para que practiques deporte".
Y Glennys aprovechó ese “reportorio de opciones” más allá de las aulas: tomó clases de natación, de taekwondo, de expresión oral y, además, fue monitora. Llegó a participar en tantas actividades extracurriculares que sus compañeros le decían “de todito”.
- "Amé estar en mi universidad, ya en los últimos semestres estaba de 6:30 de la mañana a 7:30 de la noche, me faltaba dormir. Allá creé vínculos muy fuertes no sólo con mis compañeros de carrera, sino que tengo una red maravillosa uninorteña: compañeros de todas la carreras, profesores, personal administrativo".
Todas las oportunidades que la universidad le brindó despertaron en ella el interés de realizar un año académico en la Ecole Supérieure de Commerce et de Management, en Francia, con la que Uninorte tiene convenio, para cursar los últimos dos semestres de su carrera.
El Icfes, el siguiente paso
Glennys comenzó a prepararse para el examen estatal en décimo grado. Ese año se inscribió en un curso para comenzar a familiarizarse con la metodología y los tiempos de la prueba. También para conocer qué conocimientos debía reforzar y cuáles aprender desde cero. En once grado, siguió su preparación con un curso adicional.
Aunque logró un buen desempeño en el Icfes, el puntaje no la ubicó entre los primeros puestos de los grupos de mil en los que esa institución dividía hasta hace unos años a los estudiantes que presentaban el examen. Sin embargo, Glennys y su mamá tenían un as bajo la manga para su postulación a la beca: las notas académicas sobresalientes, que durante todo el bachillerato la joven obtuvo en el Instituto Politécnico Superior Femenino de Soledad.
Con el Icfes en mano, madre e hija comenzaron a analizar los requisitos de cada programa de becas para encontrar aquel en el que mejor encajara el perfil de la futura bachiller.
Fue así como ambas se decidieron por la beca Progreso Combarranquilla, dirigida a jóvenes con excelente vida académica y cuyos padres estén afiliados a esa caja de compensación. Esa bolsa económica cubre toda la matrícula durante la carrera de cualquiera de los pregrados -excepto Medicina- y el pago de un segundo idioma en el Instituto de Idiomas Uninorte.
De manera paralela, Glennys se inscribió a los programas Ingeniería Agroindustrial e Ingeniería Química en la Universidad del Atlántico, porque quería tener un plan B por si no se ganaba la beca, pese a tener todas su esperanzas depositadas en ella.
Consideró la universidad pública porque las condiciones económicas en su casa no estaban dadas para costearle sus estudios en una institución privada y tampoco contemplaba la posibilidad de estudiar con créditos bancarios ni del Icetex, porque desde niña aprendió de sus padres a vivir sin deudas.
La noticia de la beca le llegó los primeros días decembrinos de 2011. Recuerda que la llamaron hacia las siete de la noche y su reacción inicial fue creer que se trataba de una broma. Lo creía porque sus amigas del colegio sabían de su postulación y porque se le hacía extraño que la llamaran pasadas las seis de la tarde.
Sus amigas no le estaban jugando ninguna broma. La llamada, en cambio, era de las más serias que había recibido hasta ese momento. Una empleada de Uninorte le notificaba que era una de las ocho beneficiarias de la beca Progreso Combarranquilla y que, en pocas semanas, la recibiría formalmente en una ceremonia presidida por el rector Jesús Ferro Bayona.
- "Cuando miro hacia atrás digo: ese fue uno de los momentos más felices de mi vida. Fue algo por lo que trabajamos en conjunto con mi familia."
El sueño europeo
Acostumbrada a las enseñanzas de planear sus metas con tiempo, desde los primeros semestres armó un plan económico para poder hacer realidad ese sueño llamado Francia.
Desde su primer año universitario comenzó a trabajar como tutora de otros estudiantes y a ahorrar cada peso que le pagaban en la U. Su meta siempre fue tener los recursos mínimos para el tiquete y los trámites del visado. Ya después encontraría la fuente de financiación de su estadía de 10 meses en territorio francés.
Cuando comenzó a hacer los trámites de inscripción a la universidad en Francia se tropezó con el primer obstáculo. El del idioma.
Resulta que Glennys no obtuvo los 79 puntos obligatorios del examen Toefl que exigía la universidad francesa para recibir sus clases en la lengua de Shakespeare, en la sede de la ciudad de Poitiers. Sacó 78 puntos y las nuevas fechas de presentación del examen las veía lejanas, además no tenía mucha fe en que lograría el punto adicional repitiendo el test.
Entonces se jugó otra carta: presentar el examen Delf, que acredita el nivel de conocimiento de la lengua francesa para estudiantes extranjeros de países no francófonos. Debía lograr 60 puntos sobre 100 posibles para alcanzar el nivel B2, suficiente para demostrar que puede sostener conversaciones y recibir las clases en francés en la otra sede de la universidad, en la ciudad de Tours.
Hasta a ella misma le sorprendió haber logrado ese resultado porque al francés no le había dedicado los mismos años de estudio que al inglés.
Con el Delf ganado, Tours la esperaba. Una ciudad a la que pocos estudiantes uninorteños van porque las clases son completamente en francés.
Superado el obstáculo del idioma tuvo que vencer otro más. Tan pronto comenzó a llenar los formularios para obtener la visa de estudiante tenía que acreditarle al Consulado al menos 16 millones de pesos, equivalentes a los gastos de su estancia de 10 meses.
Fueron días estresantes para ella porque ni su papá ni su mamá contaban con esa suma de dinero. Mucho menos por aquella época, en la que a su papá recién lo habían despedido del trabajo por cuenta de una reorganización en la empresa en la que trabajó durante años.
La angustia se transformó, semanas después, en una tenue luz de esperanza, porque parte de la indemnización del padre le serviría para completar la suma exigida por el Consulado. Ya contaba con lo ahorrado durante sus años de trabajo en Uninorte.
Sin embargo, Glennys se mantenía en su empeño de conseguir los recursos para su viaje de otra fuente de financiación porque no quería gastarse la indemnización, que tanta falta haría en su hogar mientras su padre estuviera desempleado. Tiempo después, don Roberto volvería a trabajar gracias a una empresa ensambladora de partes para cuartos fríos y neveras industriales. Allí se encarga de la gestión de inventarios.
El camino se le volvió a iluminar cuando se enteró que la Ecole Supérieure de Commerce et de Management solo recibiría el 30% de la matrícula que Combarranquilla le pagaba a Uninorte por cada semestre. Entonces, pensó que la caja de compensación podría darle ese 70%, que no desembolsaría por sus últimos dos semestres, para invertirlos en su estadía en Francia.
Con muchas voces diciéndole que no insistiera, que eso no era posible, redactó una carta a Combarranquilla explicando su situación y haciendo la petición formal del desembolso. Pocos días después, hubo luz verde. Con esos recursos, ya completaba la cantidad mínima exigida por el Consulado francés y podía solicitar su visa estudiantil.
El viaje se volvió realidad y en julio de 2015 se montó en un avión con rumbo al viejo continente para estar allí hasta mediados de 2016.
Sus meses en Francia los define como una sucesión de sueños diarios. Además de estudiar y conocer la cultura francesa, tuvo tiempo para recorrer Europa como mochilera. Estuvo en España, Holanda, Bélgica, Italia, Grecia, Hungría, Polonia, Suiza y varios países de Europa oriental.
No le importó dormir en estaciones de buses, tocarle la puerta a otros estudiantes uninorteños de intercambio en Europa para conseguir posada o alojarse en hostales económicos. Tanto ajustó su presupuesto que cada euro lo anotaba en un archivo Excel para no excederse en gastos y hacer rendir la plata y así visitar la mayor cantidad posible de pueblitos europeos.
Sus meses en Francia, además de servirle para crecer intelectualmente, fueron un periodo de madurez emocional. La soledad de aquellos días de otoño y luego de invierno le enseñaron a enfrentar la vida por sí misma, con su familia a un océano de distancia.
Por eso, no dudó en trabajar como niñera para poder obtener los recursos que le permitieran quedarse seis meses más como pasante en la Embajada de Colombia en París. Allí trabajó como asistente de la división cultural de la Embajada, después de escribir varios correos y pasar un proceso de selección.
A Colombia regresó en febrero del año 2017 y un mes después se graduó como Profesional en Negocios Internacionales de la Universidad del Norte. En los meses próximos obtuvo su segundo diploma, el que la acredita como Bachelor of Arts in International Business de la universidad francesa.
Con todo lo que su mundo se nutrió los últimos cinco años, Glennys sueña aún más en grande: trabajar, ganar experiencia y ahorrar para montarse nuevamente en un avión con destino internacional para estudiar su maestría. Planea estudiar Políticas Públicas o Gestión de Proyectos. También le encantaría iniciarse en la carrera diplomática.
Tal como ella misma lo dice, la Glennys de hoy dista mucho de aquella adolescente de 17 años que ingresó a estudiar en Uninorte en 2012. La de hoy tiene más mundo, mayor compromiso por el país y una sed infinita de crecimiento.
- "Tuve una inmersión 100% en la cultura francesa, casi todos mis compañeros eran franceses. Eso me hizo ser competente no sólo en inglés, sino en francés."