INTÉRES PROFESIONAL
Egresada de Economía (2011) y de Comunicación Social y Periodismo (2014). Actualmente es la coordinadora del programa Uninorte Social.
Reciclar más, disfrutar el tiempo en familia, informarse antes de salir y afianzar el uso de medios de transporte no contaminantes son algunos mecanismos que le han permitido a la humanidad enfrentar los momentos de cuarentena y reactivación. En esta ocasión, 3 egresados nos cuentan cómo reforzarlos para poder decir a las nuevas generaciones: las nuevas lecciones llegaron para quedarse.
No hay quien no coincida en afirmar que la pandemia ha traído diversos aprendizajes, especialmente, para el manejo de la vida diaria y del autocuidado. Estas nuevas maneras de atender la vida y los desafíos que ha venido presentando son claves para seguir afrontando lo que viene. En esta ocasión, enContacto conversó con tres egresados, cada uno experto en una rama distinta, con el fin de conocer sus percepciones sobre ese tipo de comportamientos y cómo reforzarlos en la pospandemia.
Carolina Vecchio, egresada del programa de Economía (2013) y actual candidata a doctora en Economía de la Universidad del Norte, es experta en economía del comportamiento y expresa que “hemos visto que se ha incrementado la conciencia, precisamente, sobre la salud, esto ha permitido que las personas adopten como respuesta ante esta amenaza estilos de vidas más saludables”. En ese sentido, Vecchio Camargo agrega que el panorama de incertidumbre y estrés ha hecho que aumente la demanda por servicios de bienestar nutricional y salud mental.
La investigadora también anota que, aún cuando la ciudadanía muestra más comportamientos cotidianos y ambientalmente sostenibles, durante la cuarentena aumentó la utilización de plásticos de un solo uso. “El uso de mascarillas, guantes, toallas desechables, empaques para los alimentos y las compras que se hacen por internet, entre otros, obviamente, aumentó pero también se ha visto un impacto en las creencias de las personas frente a ese tipo de consumo que impacta negativamente al medio ambiente”, dijo.
En esa misma línea de pensamiento se ubica Iván Peláez, egresado de la especialización en Gerencia de Empresas Comerciales (2010) y de la especialización en Gerencia Ambiental (2020). Iván, quien actualmente se desempeña como asesor de la Corporación Autónoma Regional (CRA), manifiesta que, según el panorama actual, es muy probable que -como humanidad- lleguemos a padecer el aumento de los 2 grados en materia de calentamiento global, lo que “va a cambiar dramáticamente la manera en que nosotros nos enfrentamos a la vida”.
Para Peláez, el término ‘conciencia ambiental colectiva’ es la fórmula para adoptar para siempre comportamientos ambientalmente sostenibles “A eso lo que tenemos que llegar para que todos seamos lo suficientemente conscientes de que tenemos un solo planeta que hay que cuidar, los recursos naturales no son infinitos y mucha gente cree que sí lo son”, advierte.
El egresado comenta que “hay que enseñar a las personas cómo debemos hacer las cosas, con pasos pequeños, pero de manera rápida” y añade que considera positivo la generación de un tipo de incentivo para aumentar la acción del reciclaje en los hogares, así como disminuir el uso de plásticos. Enfatiza en que esto debe ser progresivo, pues no se trata de destruir de tajo los empleos que genera la industria y generar un panorama social peor, sino estructurar estrategias graduales de desmonte y reemplazo por tecnologías amigables con el planeta.
Paul Hasselbrinck, egresado del programa de Economía en 2020, también ha enfocado sus esfuerzos profesionales en la rama de la economía del comportamiento, así como Carolina Vecchio y explica que, ante los cambios, existen diferentes barreras a identificar para que estos logren instaurarse para siempre en el comportamiento colectivo.
“Hay sesgos de optimismo que implican creer que las probabilidades de que te pase algo a ti es menor de que le pase a alguien que está en tus mismas condiciones, también está el sesgo de status quo que les impide a las personas cambiar comportamientos porque le es incómodo el simple hecho del cambio, y otro tipo de barreras como la sobrecarga colectiva pues vemos que las personas están bombardeadas de información y al final no sabían qué hacer”, manifiesta.
Ante esto, el economista recomienda que, trayendo a colación las experiencias que ha vivido la humanidad después de las guerras mundiales. “Creo que una característica distintiva de las sociedades, cuyo aprendizaje perdura en el tiempo, es que son conscientes de ellos y el papel de la academia tiene que ser fundamental para responder las preguntas: qué hice al principio, qué cambió, por qué cambió y cómo cambió”, enfatiza y añade que “buscar esas respuestas y hacer una comunicación efectiva debe ser crucial para que esos hábitos no se pierdan en el tiempo”.
En materia de movilidad, Fidel Candanoza, egresado del programa de Ingeniería Civil (2004) y de la especialización en Vías y Transporte (2016), expresa que “la pandemia obligó a muchos a trasladarnos al uso de la bicicleta; peatones y bici-usuarios empezaron a movilizarse mucho más que antes, por el riesgo de contacto cercano con otras personas en sistemas de transporte masivo”.
El ingeniero también menciona que, en el caso puntual, del uso de la bicicleta, tan popular por estos días, “lo ideal es que la bicicleta tenga su espacio compartido con el vehículo en la vía pública, y allí vendrían campañas de cultura ciudadana en ese aspecto, para entender que siempre hay que darle la prioridad al usuario más vulnerable”.
Para que este tipo de prácticas no sean efímeras, Candanoza enfatiza en que “está bien pensar en grandes infraestructuras, pero aquí no hay que olvidar a las pequeñas como el andén para el peatón o el espacio para las bicicletas”. Según el experto, la academia es fundamental en ese propósito “para impulsar espacios, no solo para los ingenieros sino para la comunidad en general”, y así fortalecer la apropiación de la cultura vial.