Con el sueño de buscar un mejor futuro para su trabajo, Norman decide experimentar en la ciudad que nunca duerme y con docenas de artistas que exhiben su talento en sus calles, New York. Una vez en la famosa galería Marlborough le dieron un diagnóstico deprimente: sus cuadros son como los leones, todos los admiran en el zoológico, pero nadie quiere uno en su casa.
Cuando regresó a Colombia en 1992, como si aquella opinión hubiera sido un dictamen radical, su pintura da un vuelco significativo. Pasó de las crucifixiones rosadas y las horribles mujeres castigadoras,a unas construcciones rosas y azules. Llena de objetos heterogéneos, muñecos de caucho, afiches rotos adrede, espejos cuarteados, bolas de vidrio, zapatos, frascos de colores, sombreros, bastones de pastor, ropa sucia, y cucarachas. Su padre, Don Alfonso, pensaba que si acaso pusiera un poco de azul en los horizontes como su amigo Obregón tendría suerte.
“Norman trasegó como un demonio en los horribles rincones de la violencia, la pasión y la locura del mundo infame que palpó a su alrededor. Norman asumió esta poética con tal fervor que se aisló a conciencia de sus semejantes y se entregó, cuando aún le quedaba media vida por delante, al misticismo de astrólogo reflejado en las pinturas de sus últimos años” Álvaro Medina, historiador de arte.
Norman Mejía
Tiempo después Norman desapareció del mundo artístico. Se encerró en su casa en Puerto Colombia, Atlántico, durante sus últimos siete años de vida, los cuales transcurrieron literalmente en la oscuridad. Cubrió las ventanas de su apartamento con bolsas de plástico negro, teniendo como únicos acompañantes sus lienzos y pinturas. Convirtiéndose en un misterio hasta su fallecimiento en abril de 2012.
Por su fuerte carácter y su indomable terquedad, hoy existen más de 5.000 obras del artista que el país aún está por descubrir. Algunos lo catalogan como testarudo, necio y excéntrico, pero también como alguien genial, alegre, ingenuo y generoso. Más allá de aquellas etiquetas, Norman murió creyendo en la vehemencia de sus pinturas, y en el grito de lucha que emanaba las mujeres que pintaba. La mujer castigadora es él, las mujeres, el pueblo, y somos todos los que en este país han sido relegados por la indiferencia y la violencia sistemática.