Negritas Puloy: un disfraz que evolucionó para seguir vigente
La profesora Mónica Gontovnik Hobrecht ha estudiado la actualidad de uno de los atuendos más emblemáticos del Carnaval de Barranquilla, en busca de entender sus orígenes y las transformaciones que sufrió en el siglo XXI.
El Carnaval de Barranquilla ha evolucionado y de eso puede dar fe cualquier barranquillero que haya vivido la fiesta desde su infancia. Los disfraces han cambiado y cada año aparecen otros; los eventos se robustecieron pensando en un público más global; definitivamente, la festividad se ha volcado hacia escenarios que en algún momento pusieron en riesgo el sentido de la tradición, que ha tenido que adaptarse a los nuevos tiempos.
Una de esas tradiciones emblemáticas del Carnaval de Barranquilla, el disfraz de Negritas Puloy, da cuenta de las transformaciones que han tenido que asumir para mantener su vigencia. Mónica Gontovnik Hobrecht, profesora del departamento de Humanidades y Filosofía, ha realizado investigaciones académicas para entender los orígenes que llevaron a este disfraz de barrio a ser parte de la iconografía del carnaval.
Gontovnik, doctora en Estudios Interdisciplinarios en Artes, ha identificado cambios en la concepción del disfraz, que tiene en su origen el propósito de las mujeres para ingresar a los bailes en los que no podían acceder sin pareja. "Como en el carnaval es usual el travestismo, contaron con que se pensara que eran hombres disfrazados de mujer", contó Gontovnik durante la charla Negritas Puloy, una imagen que se desdobla ante el espejo que es el Carnaval de Barranquilla, que organizó el Museo Mapuka el jueves, 9 de febrero.
En su atuendo más tradicional, el disfraz de Negritas Puloy se componía de bombachas pudorosas, medias negras largas, un vestido de fondo blanco con bolas rojas, argollas grandes como aretes, un turbante y medias que se ponían en los brazos como guantes; sin olvidar la boca roja, que era parte de la tela que tapaba la cara.
La negritud en Latinoamérica se niega, se maquilla o se estereotipa para poder ser asumida de otra manera"
Mónica Gontovnik, profesora de Humanidades y Filosofía.
De acuerdo con la docente, era un disfraz bonito y llamativo. Adoptaron el “Puloy” desde el primer momento, en alusión a un detergente popular llamado Pull Oil, pues estaba asociado a las empleadas domésticas y la imagen del aseo, la escoba y la limpieza.
Así vestidas, jugaban por los barrios cercanos y entraban a las casas ajenas simulando limpiar; disfrazadas, lograron entrar a verbenas o bailes de barrio donde veían a la gente conocida que no las podía identificar. "En un inicio las chicas, por vacilar, tuvieron ese acto de rebeldía, porque ellas se tapaban para ser mujeres libres; aunque no duró mucho y no eran comparsas, solo era un disfraz", dijo.
Entre los años setenta y ochenta, disfrazarse de Negrita Puloy hacía parte de la "tradicionalización", junto con las Marimondas, que buscaba rescatar disfraces tradicionales que estaban a punto de desaparecer. De modo que el disfraz sufrió una evolución para sobrevivir: dejaron de lado la máscara de tela, tomaron una peluca de rizos negros; ahora se maquillan y adornan para mostrar sus verdaderos rostros y estar a la altura de la percepción de belleza culturalmente aceptable.
"Se podría decir que hay un proceso de des-incorporación de la sirvienta negra para convertirla en una mulata atractiva con la cual la mujer barranquillera del siglo XXI se puede identificar, y para estar siempre vigente y no perder su puesto dentro de unas fiestas que se convierten cada vez más, desde 2003, en un estandarte de la identidad barranquillera", señaló Gontovnik.
La Negrita Puloy se pasea victoriosa por las calles de Barranquilla, es amada y reconocida por todos como parte de su identidad. "Su último acto de rebeldía es poder decir: Vamos a seguir aquí; se han apropiado de nosotras, pero aquí estamos y nosotras somos las verdaderas", concluyó Gontovnik.
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Dic 17, 2024
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