Mordzinski traza el atlas de la literatura hispana
Existen pocos escritores hispanoamericanos que no hayan pasado por el lente del argentino-francés Daniel Mordzinski. Su apelativo de ‘El fotógrafo de los escritores' (el artículo definido le antecede inexorablemente) no es un remoquete inmerecido, sino el fruto de 38 años de trabajo realizando una cartografía exhaustiva en imágenes; un quién es quién de la literatura en español.
Todo tuvo su comienzo en San Telmo, barrio porteño de Buenos Aires y el más pequeño de toda la capital argentina. Allí con tan solo 18 años, el joven Daniel, mientras trabajaba como asistente de dirección en una suerte de documental biográfico sobre Jorge Luis Borges, tuvo la oportunidad de retratar a uno de los escritores más importantes de Argentina, dándole inicio a una fructífera carrera de 38 años pintando con luces a los autores más importantes de la lengua hispana.
"En 1978, ahí conocí al gran poeta ciego, pero en realidad todo comenzó en el mismo barrio bastantes años antes. Yo tenía 8 años; lo recuerdo con nitidez, porque nací en un 29 de febrero. Por eso, esa eterna juventud: solo tengo 14", dijo durante su conferencia en la Cátedra Europa Uninorte 2016.
Su padre, quien poco lo acompañaba a realizar actividades de esparcimiento, esa vez con motivo de su cumpleaños lo llevó a un espectáculo de niños. Una cámara Kodak Fiesta que rifó un payaso fijó su atención y generó un impacto en su vida que aún retumba hasta estos días.
"El payaso dijo el 7 y teníamos el número 6. Esa fue la primera cámara que no tuve. Es por eso que todo mi trabajo es la búsqueda de una cámara que un payaso no me quiso dar. Y es por eso que detesto a los payasos", afirmó.
En noviembre del año pasado regresó a Buenos Aires a poner una historia a las geografías sentimentales de infancia que recordaba con más nitidez. Con su cámara Kodak Fiesta, que su mamá le compró eventualmente, visitó a su maestra de primer grado, aquella que le inculcó el amor por la literatura, y a su padre, disminuido mentalmente al punto de no recordar a Daniel por más de una década.
"Fui a buscar a mi papá al geriátrico, le puse la Kodak fiesta en sus manos y el me levantó la mirada y me dijo ‘hola Daniel'. Ha sido muy importante esa cámara que no tuve", recordó.
Su más reciente muestra, actualmente exhibida en el Museo de Arte de Puerto Rico como preámbulo del Congreso Internacional de la Lengua Española, y la que considera su exposición más ambiciosa, contiene 250 fotografías de escritores iberoamericanos como Mario Benedetti, Ernesto Sabato, Camilo José Cela y Octavio Paz, tomadas a lo largo de las últimas cuatro décadas. En ella integró una instalación con algunos elementos de su pasado, incluyendo fotos personales y credenciales periodísticas (su trabajo de día). No faltó la Kodak Fiesta.
"Hace 3 años tiraron a la basura 55 mil negativos, parte de mi archivo, de mi memoria, lo que me hizo entrar en una tristeza crónica. Siempre evito hablar del tema, pero quise convertirlo en un gesto claro de creación fotográfica. Fue terapéutico", expresó.
Borges y Cortázar
Pero todo tuvo un inicio y el de Mordzinski fue Borges. Luego de que la dictadura argentina cerrara dos de las escuelas de arte en las que se inscribió, finalmente inició estudios en la Escuela Panamericana de Artes. Allí conoció al cineasta Ricardo Wullicher, quien lo introdujo en "un montón de túneles literarios y espejos cinematográficos" y quien logró convencer a la censura argentina para realizar un documental sobre Jorge Luis Borges, en ese entonces director de la Biblioteca Nacional de Argentina.
"Recuerdo perfectamente cómo me acerqué para pedirle autorización para hacerles una fotos. Me tomó mi brazo, preguntó mi nombre y otra serie de preguntas. Estaba intimidado; tenía 18 años y estaba retratando al escritor más importante de la Argentina. Pero me di cuenta de lo humilde que era y cómo me hacía sentir que el inteligente era yo. Cada cosa que le decía, yo tenía la sensación de que era una banalidad, un lugar común. Y él las festejaba", contó Mordzinski.
Y fue entonces cuando apareció Francia, el escape de la dictadura de aquellos que según Mordzinski, pertenecían —como él— "a una república invisible donde los jóvenes soñaban con París, capital de sueños, refugio de iconos intelectuales que admirábamos en el rio de la plata y en el Caribe".
A los pocos meses de estar en Francia le propusieron hacer una exposición, aunque él, sin reparos, considera su fotografía de ese entonces como "de contrastes fáciles, muy inocentes como yo era en esa época". Un día antes de la inauguración se le ocurrió invitar al autor que más lo había interesado en la literatura y había inspirado su travesía a Francia.
"Yo que era muy inquieto busqué en la oficina del correo un directorio telefónico. C, Cortázar, Julio. Era tan humilde que figuraba en la guía telefónica. Le marqué, me recibió el contestador y le contesté ‘Hola, Julio. Me llamo Daniel, no soy nadie, nunca hice nada, pero mañana inauguro la primera exposición de mi vida y sería el pibe más feliz del mundo si pudieras acompañarme. Te espero, Julio". Y Julio asistió.
Ese increíble acto de generosidad del autor de ‘Rayuela' fue el principio de una amistad de varias décadas.
El día de los Nobel
Trabajando en su primer libro ‘La ciudad de las palabras', luego de varios años en la ciudad luz y de sentir el deseo de expresar todo su agradecimiento a la capital francesa, solicitó textos a su ya numeroso grupo de amigos escritores hispanos que alguna vez vivieron en la ciudad.
"Tenía muchas imágenes pero no tenía las palabras. Como era caradura les pedí textos a Sabato, Mutis, William Ospina. Conseguí más de 70 textos en total. Pero yo no podía pensar en publicarlo sin la presencia de García Márquez", relató.
No lo encontró en la guía telefónica, sino a través del embajador en Roma, Plinio Apuleyo Mendoza, quien lo puso en contacto con el futuro Nobel, quien a su vez lo citó en Biarritz, ciudad del país vasco de Francia.
Por horas esperó en su hotel la llamada del autor de ‘Del amor y otros demonios', mirando al teléfono. Hasta que sonó y del otro lado emergió una voz: Tú, el amigo de Plinio. ¿Así que me vas a hacer una foto? ¿Prefieres que me ponga corbata o saco o camisa?
El 28 de enero de 2010 durante un Hay Festival en Cartagena, donde Mordzinski sirvió como fotógrafo oficial, tuvo la oportunidad de retratar a 'Gabo' por última vez en su casa en la ciudad amurallada. Esta vez fue por intervención de su mujer Mercedes Barcha.
Pero el mismo día, durante un desayuno en el hotel donde estaba hospedado, se cruzó con el futuro Nobel peruano, Mario Vargas Llosa, quien lo invitó a acompañarlo en su mesa.
"Le dije ‘Mario, sabes, nos conocemos desde hace tantos años, te he fotografiado en tantos lugares, pero nunca te he tomado una fotinski'". "¿Qué es una fotinski?", le preguntó Vargas Llosa, con cierta aprensión.
"Son fotos normalitas pero que necesitan de mucha complicidad". Esta complicidad y estima que ha generado de parte un sinnúmero de autores, ha dado pie a la marca que caracteriza a este fotógrafo argentino.
"A mí me da miedo quedar en ridículo", le contestó el autor de ‘La ciudad y los perros'. "La frontera entre el humor y el ridículo puede ser delgada, a veces invisible. Pero confía en mí", contestó Mordzinski.
Con la cita acordada para el medio día, recibió una llamada de Mercedes Barcha. "Sube para que le tomes las fotos a Gabo".
"Pero no le podía decir que no podía porque me iba a encontrar con Vargas Llosa", haciendo referencia a la famosa enemistad entre los dos titanes de la literatura hispana. "Estaba paralizado y un poco conmovido".
Finalmente, pudo hacer malabares, y sin que uno se enterara del otro, fotografió a Vargas Llosa escribiendo bajo las sábanas de un hotel y, una hora después, a García Márquez en la intimidad de su hogar.
"Ya García Márquez no aceptaba entrevistas, no se dejaba fotografiar, y Mercedes me dejó a solas con él, a pesar de que era muy protectora de Gabo por su enfermedad". Esa tarde, Mordzinski inauguraría una exposición suya en el marco de Hay Festival, donde Vargas Llosa se encargaría de las palabras de introducción.
Mercedes otra vez puso al fotógrafo en una situación incómoda al insistirle en que llevaría Gabo a ver la muestra en su apertura. Por suerte, el cataqueño, a quien Mordzinski inmortalizó en ‘Gabo, siempre' (que reúne 20 de años de retratos del Nobel colombiano), optó por visitar la exposición el día siguiente.
A ritmo de tango
El argentino presentó sus fotos y fotinskis en Cátedra Europa al ritmo de "la música de Piazzola que tanto me gusta", expresando que en "Barranquilla, el mapa de las letras nos recuerda que Gabo está con nosotros siempre".
"No sé si mis méritos profesionales o personales justifican mi presencia", expresó el fotógrafo en su intervención. "De lo que estoy seguro es que los autores a los que vengo retratando desde hace 39 años sí la merecen, porque si mi trabajo tiene un sentido es poner en contacto la literatura con la vida y a los libros con las personas detrás de ellos".
"Yo quisiera creer que con mi fotografía se logra que se haga una lectura de los autores. Pero no soy un académico, soy como un niño que lo ponen a jugar con sus muñecos preferidos. Porque es evidente que soy un gran lector y la literatura tiene un rol muy importante en mi vida".
Por Andrés Martínez Zalamea
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