Osvaldo Garcerant, más de medio siglo dedicado a la docencia
Cuatro días después de que la Universidad del Norte abrió sus puertas en 1966, Osvaldo Garcerant dictó su primera clase. El profesor, quien estuvo vinculado a la institución por 52 años, se retira tras medio siglo de enseñar en el programa de Física. Hace un recuento de lo que ha logrado Uninorte, de cómo han cambiado las cosas y de lo que fue su vida como el catedrático más antiguo de la universidad.
Una gran familia. Así rememora Garcerant a la comunidad uninorteña con la que compartió “su vida entera”. Recuerda con nostalgia que la palabra “familia” fue una consigna que solía vociferar en todas las reuniones estudiantiles y por la que muchos egresados aún lo recuerdan.
Fue en una semana universitaria cuando por primera vez y frente a un público reducido, que era entonces el estudiantado uninorteño, gritó "familia". Esa era la palabra, dice, que mejor describía cómo se sentían los estudiantes y los profesores al reunirse en la que era la única plazoleta de comidas de la sede norte de la universidad, a comienzos de los años setenta, hoy el pasillo con sillas y mesas del Bloque A.
“Todavía no termino de deglutar la despedida”, asegura. Destaca con orgullo que la universidad creció de gran manera y él, que empezó con una clase de dibujo técnico en la que tenía apenas 12 estudiantes en la primera sede, ubicada en una casona del barrio El Prado, terminó su paso por la institución dictando una cátedra de física con más de 100 jóvenes.
“Garce”, como le dicen cariñosamente muchos amigos, compañeros de trabajo y estudiantes, se vinculó a Uninorte cuando era director de mantenimiento del terminal marítimo y fluvial de Barranquilla.
Estudió ingeniería mecánica en Bucaramanga y recuerda que le molestaba un poco haberse tenido que ir al centro del país para estudiar una carrera. Por eso cuando vio en el periódico un anuncio que decía “se necesitan profesionales costeños para una universidad costeña” no dudó en postularse.
Con los años cambiaron no solo la planta física y el profesorado, sino también los estudiantes. Garcerant destaca que ya hoy la universidad no es el mismo claustro pequeño donde todos se conocían. “Uno camina por ahí y ve gente que nunca antes había visto”, dice.
Conoció la gestión de todos los rectores, pero señala entre risas que “el mejor fue Jesús Ferro”. Cuando llegó a la rectoría Garcerant dice que le contó “lo bueno, lo malo y lo feo” que veía, le dio sus recomendaciones y le dijo que “él era un tipo muy capaz". "Fue tomando nota y de ahí pa' adelante comenzó a hacer una serie de reformas dentro de la parte logística de la universidad y siguió pa' delante hasta el día de hoy”, evoca.
Para él, Ferro Bayona se preocupó como ningún otro por el desarrollo profesoral. “Nos mandó a todos a seguir estudiando más, en vacaciones todos teníamos que hacer un curso obligatorio”, puntualiza. Fue esa gestión, dice, la que no solo posicionó a la universidad a nivel nacional y regional, sino que le entregó una planta de profesores donde casi todos tienen estudios de maestría o posgrado.
Su mensaje para el nuevo rector: apostarle a la investigación. Para él, ya el factor humano está, pero se necesita “meterle duro y fuerte a la investigación” para crecer al mismo ritmo que lo está haciendo la ciudad. Además, según dice, esa será la única manera de incrementar el desarrollo y mejorar la educación.
Hoy Garcerant pasa sus días en su apartamento, ubicado en el barrio Miramar. Asegura que tiene “un guayabo sentimental", que su esposa le decía que la querida mía era la Universidad del Norte, y "es verdad”.
Anécdotas e historias tiene muchas. Como cuando los salones de la sede del barrio El Prado se quedaron pequeños y tuvo que dictar clase en el patio de aquella vieja casona, donde, improvisadamente, y para evitar las moscas armaron un salón con paredes hechas de malla al que los estudiantes nombraron “el gallinero”, y por el que por mucho tiempo lo apodaron “el gallo mayor”.
O cuando en el último cumpleaños del rector Jesús Ferro Bayona, celebrado en Uninorte, mientras cantaban el cumpleaños el público quedó en silencio, él terminó siendo el único que cantaba y el rector intentó decirle algo que no logró descifrar. “Cuando terminé de cantar me acerqué a Jesús Ferro y me dijo: solo faltó que gritaras familia”, dice entre risas.
Después de haber conocido a egresados notables y de haber visto cómo se ponía la primera piedra de la sede norte, de haber dictado y recibido clases, de haber presidido la primera semana universitaria, de haber asesorado la compra de todos los laboratorios y haber educado a una gran familia, Osvaldo Garcerant dice adiós con la convicción de que parte de su vida la entregó a una de las mejores universidades del país, de que se siente orgulloso de lo que se ha logrado y de que aún puede hacer más.
Hoy, desde Uninorte, le decimos muchas gracias por haber hecho parte de esta gran familia.
Por Edwin Caicedo Ucros
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